Universidad Pontificia de Salamanca.
Hace un mes he tenido la ocasión de visitar las misiones agustinianas de Panamá. Saliendo del centro misional de Tolé hay que recorrer un camino impensable. Después de atravesar por el estrecho puente colgante el río Tabasará, en el que se ahogó el P. Moisés, se llega hasta Llano Ñopo. La alegría de los niños indígenas pone música a la gran obra cultural que allí se ha puesto en marcha.
Es sólo un escenario entre mil. El contacto directo con los territorios y las actividades misionales es siempre una llamada de atención para nuestra fe. Sigue leyendo