Artículo de la revista Antena Misionera.
El niño es un “mecanismo”
eminentemente programable y a medida que entra en contacto con la cultura, la
sociedad, la religión, los medios de comunicación…va adquiriendo un
impresionante almacén de creencias y auto mensajes (sanos unos, malsanos otros)
que programan sus respuestas a las diferentes situaciones o personas que va
encontrando en el curso de su historia.
La persona “programada” es
esclava de unas creencias que le llevan a pensar que deber ser perfecto en
todo, que los demás deben portarse amablemente con él y que la vida debe facilitarle las cosas
para conseguir todo lo que desea. Todo ello tiene un precio. Pero como son
expectativas irracionales, lo llevan
inevitablemente a la infelicidad.
Es necesario “desprogramarse”,
desaprender lo aprendido, deshacerse de las falsas creencias para reemplazarlas
por otras que le permitan disfrutar de la vida y ser un poquito más feliz.
La gratuidad es la llave maestra
de ese proceso. Dar y recibir gratuitamente. Sin esperar nada. Aceptando
nuestras limitaciones y las de los demás con realismo. Solo así alcanzaremos la libertad que nos hace felices. Libres del “deber
obsesivo” y de la esclavitud del mercantilismo.