Anastasio Gil García. Director de OMP en España
Las numerosas vocaciones en los territorios de misión son un claro indicador de cómo estas nacen cuando las comunidades cristianas tienen vibración de fe y compromiso evangelizador. Su origen está en el dinamismo de la actividad misionera. En estas comunidades pequeñas y pobres siguen apareciendo jóvenes cuya mirada se ha cruzado con la de Jesús; chicos y chicas que han sentido con Él la “com-pasión” por su pueblo. Son vocaciones surgidas como respuesta a la labor de los misioneros y misioneras y abiertas al gozo de trabajar en comunión con los sacerdotes y obispos locales, en el convencimiento de que “la causa común del Reino de Dios asocia íntimamente una y otra milicia de los mensajeros evangélicos para una colaboración siempre necesaria e indudablemente fructuosa” (Pablo VI, Mensaje para el DOMUND 1973).
Jesús sigue mirando con pasión a aquellos a quienes quiere asociar a su actividad misionera, de servicio, de entrega. Destaca, por su radicalidad, “la vocación especial de los misioneros ad vitam”, que “conserva toda su validez: representa el paradigma del compromiso misionero de la Iglesia, que siempre necesita donaciones radicales y totales, impulsos nuevos y valientes” (RM 66). Es la hora de descubrir cómo en ámbitos aparentemente inhóspitos Dios hace brotar estas muestras de amor y de ternura para con su pueblo. Es el momento de los testigos que muestran el rostro de Dios misericordia
Es el tiempo, asimismo, de cooperar económicamente para garantizar una sólida formación entre los llamados. Hay que atender con urgencia y solicitud a los sectores específicos de las vocaciones nacientes en la Iglesia universal, pero de manera particular en los territorios de misión. Por una parte, está el sostenimiento de los formadores y profesores de noviciados y seminarios, de quienes depende la maduración y discernimiento de esas vocaciones y que, desgraciadamente, carecen de recursos para dedicar su vida a esta tarea de formación. Ellos, con humildad, están dispuestos a ofrecer la misa por las intenciones de los donantes que, con sus limosnas, les ayudan a un justo sostenimiento. Por otra parte, en estos ámbitos de misión Dios también suscita monasterios de vida contemplativa, de mujeres y varones; monasterios que carecen de recursos para su sostenimiento. Desde aquí se les puede echar una mano, para que cada una de estas vocaciones pueda crecer y desarrollarse, como el grano de mostaza.