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25/03/2020

NUESTRO CORAZÓN CONTRITO Y NUESTRO ESPÍRITU HUMILDE.


P. PEDRO JARAMILLO.  GUATEMALA

A mi querida Parroquia de San Juan de la Cruz:
Con la intención de que nos sintamos UNIDOS, aunque estemos DISPERSOS, les comparto, hoy, la reflexión que me ha provocado la Oración de la mañana (Laudes). La pueden encontrar en el libro de Daniel (3, 26-29.34-41). El momento fue duro y crítico: el destierro de Israel en Babilonia. Aquel despojo de todo dolía especialmente a quienes, “fieles al Señor”, se veían privados de todas las mediaciones de su divina Presencia. La situación la expresa muy bien el joven Azarías: “En este momento no tenemos príncipes, ni profetas, ni jefes, ni holocausto, ni sacrificios, ni ofrendas, ni incienso; ni un sitio donde ofrecerte primicias para alcanzar misericordia”… Es el mismo sentimiento de desolación que nos ha invadido a todos nosotros al no poder participar presencialmente ni en la Eucaristía, ni en la adoración del Santísimo, ni en los sacramentos; ni poder tener funerales para nuestros difuntos, ni poder reunirnos en nuestros templos, ni en nuestras Asambleas…, ni poder celebrar la Semana Santa como todos los años… Las nuevas tecnologías nos hacen posible poder seguir todo “a distancia”… Cierto: es un consuelo, pero no es la solución.
La verdadera solución pasa por lo que Dios quiso enseñar a su pueblo, despojado de todo lo externo de su religiosidad… Dios les cambió “el registro”, transportándolos a otro nivel: el nivel del corazón que, entre tanta y tan abundante “mediación”, había ido desapareciendo, provocando un “culto vacío”… Ante el despojo completo de culto, así continúa la oración de Azarías: “por eso, acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde…: que éste sea, hoy, nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia”… El Salmo 50 le daba aire a aquel joven con esta reflexión: “los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, Tú no lo desprecias”.
Creo que, religiosamente, por este camino va este “tiempo de desgracia” en que nos vemos metidos. Sorprendentemente y como vivencia de fe, lo podemos convertir en “tiempo de gracia”: no desde la ansiosa suplencia de ritos a través de las nuevas tecnologías; sino “agarrando el momento” para vivir un “tiempo del corazón” en medio del desconcierto, del despojo y del desafío global en que el covid-19 nos ha metido. Un tiempo que Ezequiel lo profetizó así: “les daré un corazón nuevo y derramaré sobre ustedes un espíritu nuevo; les arrancaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne” (36,26).
Los invito a cantar en familia la súplica que tantas veces cantamos en la Parroquia y que, hoy, tiene para todos un contexto desgarrador: “DANOS, SEÑOR, UN CORAZÓN NUEVO…; DERRAMA EN NOSOTROS UN ESPÍRITU NUEVO”… Si “lo seguimos de corazón y en Él confiamos, no quedaremos defraudados” (así de fuerte, dicho en momentos de desgracia).
Al extrañarnos tanto, nos queremos aún más. Un abrazo desde “el corazón”. P.Pjaramillo.
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