Soy Antonio Fernández, misionero de la diócesis de C. Real,
a través del IEME, en la diócesis de Barahona, República Dominicana. El Covid
19 empezó a extenderse en el país después de las elecciones municipales de
marzo 2020 y de las celebraciones de los ganadores. Un foco intenso apareció en
S. Francisco de Macoris entre la clase política y allegados. Con la cuarentena
se ralentizó mucho el virus, pero se detuvo la vida social y económica. El
gobierno acudió con planes sociales y raciones secas de comida a sostener la
población desempleada. Los más vulnerables fueron los migrantes, sin acceso a
estos planes, y cientos de miles que vivían del empleo informal, detenido
también. Más de dos meses de cuarentena, con los negocios cerrados, acabó con
los mínimos ahorros que podían tener. A partir de final de mayo empezó la
desescalada, manteniendo el toque de queda en las noches. Los negocios
empezaron a abrir tímidamente, no así los hoteles dejando en quiebra la
industria principal del país, que es el turismo. En R. Dominicana el 70% de las
viviendas están en condiciones lamentables, pequeñas, con mucha gente dentro,
sin posibilidad de estar confinados por falta de espacio. Gracias a Dios la
vida en los patios de las casas, bajo árboles ayudo a sobrellevar esta
limitación.
Las Iglesias también cerraron, como las escuelas, oficinas e
instituciones del gobierno. Pero desde Pastoral Social Cáritas iniciamos
campañas para conseguir alimentos crudos para poder llevarlos a los más
necesitados de nuestras parroquias. El gobierno facilitó unas miles de raciones
en bolsas plásticas, que repartíamos desde las parroquias, casa por casa. Pero
con la campaña política por las elecciones presidenciales y al congreso, las
administraron ellos, para ayudar su campaña.
En Barahona, donde vivo y trabajo, recibimos el apoyo de Manos
Unidas y Adveniat(Iglesia alemana) y una colecta entre amigos hecha por las
redes, para responder a esta emergencia alimentaria. Ya algunos empleados del
obispado, de los pocos que venían a trabajar, resultaron infectados y siguieron
en casa hasta su recuperación. Con voluntarios de las parroquias de Barahona
preparamos en varias ocasiones mil cajas de alimentos y productos de higiene,
para repartir desde las 24 parroquias de la diócesis, a unas 40 familias por
parroquia. Las parroquias venían al obispado a por las cajas y las repartían
casa por casa entre los que no recibían ayudas del gobierno, muchos de ellos
inmigrantes haitianos.
También incluía estos proyectos de emergencia microcrédito
para capitalizar pequeños negocios arruinados por la cuarentena. Así,
seleccionados por las parroquias, hemos facilitado unos 100 pequeños préstamos
para que retomen sus actividades. Las Iglesias abrieron, a partir de junio, con
aforo limitado. Muchos mayores han seguido las celebraciones litúrgicas a
través de la radio, televisión o Facebook de algunas parroquias.
En las elecciones celebradas en julio, ha habido un cambio
del partido del gobierno (con 16 años en el poder). Para muchos una nueva
esperanza, otros muchos empleados públicos pierden sus empleos al no ser del
partido ganador.
Como Iglesia, en todo el país, hemos estado atentos a los
más pobres, facilitándoles alimentos, buscando en empresas, proyectos, ayudas
para sostenerlos, Sólo en la diócesis de Barahona hemos podido atender a unas
130.000 personas con alimentos en ocasiones. Los comedores infantiles y hogares
de día para ancianos han continuado ofreciéndoles las raciones sin cocinar.
Las tormentas tropicales Isaías y Laura dañaron las tierras
de cultivo de gran parte de los productores de plátanos de la región, abriendo
otra área de emergencia. En Pedernales el río muy desbordado destruyó
totalmente 20 viviendas dejando sin nada a esas familias. Desde la parroquia y
Cáritas diocesana y nacional estamos apoyándoles con colchones, tanques de gas,
cocina, mosquiteros, sábanas, alimentos y otros productos de gran necesidad.
Ahora el 2 de noviembre inician las clases de manera
virtual, a través de TV, radio, internet. Las limitaciones con la energía
eléctrica, el bajo potencial del internet ante uso masivo de usuarios está
bloqueando las redes frecuentemente. Los profesores están aprendiendo
aceleradamente el uso de medios electrónicos para dar clase. Pero en una casa
pobre, con varios hijos en distintos cursos, sin internet, ¿qué programa podrán
seguir?
La vida al aire libre de la mayoría de la población ha
ayudado a menor tasa de contagios que en otros países, pero los contagiados
continúan; el sistema de salud necesita refuerzo continuado; las parroquias
intentan reinventarse para sus catequesis, pastorales diversas. Las reuniones
masivas siguen prohibidas y los mayores con temor de salir de sus hogares. Pero
la diócesis, a través de sus agentes de pastoral, procura seguir ofreciendo el
evangelio, la formación aún a distancia o por las redes sociales, la iniciación
cristiana, la espiritualidad, el acompañamiento y la solidaridad a los
habitantes de la región.
La Pastoral Social Cáritas de la diócesis, donde trabajo
principalmente, hemos retomado hace tiempo proyectos de reparación de
viviendas, letrinas, agroforestales, de seguridad alimentaria, microcréditos,
atención con medicinas a personas sin recursos, etc. Son pequeñas acciones que
van levantando ánimos, ayudando a recuperarse a la gente y dando a conocer el
amor que Dios Padre nos tiene, a través de nuestras obras.