Damián Diaz. Director Diocesano de OMP de Ciudad Real.
La tercera etapa del itinerario que estamos proponiendo a
nuestros niños para acompañar a Jesús Niño a la Misión pasa por Nazaret. Es la
etapa más larga de la vida de Jesús, el Hijo de Dios encarnado. Él, como
cualquier niño, creció, desarrolló sus cualidades, descubrió su vocación, se
formó en los valores fundamentales para la existencia humana, en el seno de una
familia.
Por eso esta etapa es muy importante para la educación y
formación de nuestros niños. Ellos también han recibido el amor, han sido
protegidos en su desvalimiento, han aprendido a relacionarse con los otros, en
el seno de su familia. Y este año la Infancia Misionera nos da la oportunidad
de recordarlo y agradecerlo.
Pero además, en el seno de la familia también se aprenden
valores tan importantes como el servicio, la solidaridad, el perdón, la
gratuidad, la entrega. Que, por cierto, son valores eminentemente misioneros.
Por eso, este año la Jornada de la Infancia Misionera nos
invita a dirigir nuestra mirada no sólo a nuestros niños, sino también a
nuestras familias, invitándoles a vivir los valores más fundamentales
cristianos, y a proyectarlos hacia el mundo entero, en un ejercicio de
universalidad y amor solidario.
Por cierto, que ya sabéis que desde el año pasado esta
Jornada de la Infancia Misionera se adelanta al tercer domingo de enero, dado
que el Papa convocó para el cuarto domingo el Domingo de la Palabra. Nos
adaptamos a las propuestas del Papa, y acercamos la Jornada a la celebración de
la Navidad, desde donde comenzamos ya a sentirnos solidarios con los niños de
todo el mundo y los misioneros que con ellos comparten su vida y nuestra fe.