Damián Díaz Ortiz. Director diocesano de OMP Ciudad Real
“¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos
explicaba las escrituras?” (Lc 24, 32)
Aquellos dos
discípulos regresaban a su aldea de Emaús tristes, desilusionados,
desesperanzados, derrotados. Pero la palabra del desconocido compañero de camino
les fue abriendo una luz, devolviendo la alegría, recreando su esperanza.
Por eso, cuando
reconocieron a Jesús partiendo el pan, sus pies se pusieron de nuevo en camino
para regresar a la comunidad de los discípulos y compartir la experiencia de la
Resurrección.
La escena puede ser
icono de nuestra sociedad y nuestra Iglesia actual: Nuestras comunidades se
debilitan, crece el desencanto y el desinterés, acosados e incluso perseguidos
en muchos lugares, tenemos la tentación de encerrarnos en los cuarteles donde
nos sentimos seguros.
Pero Jesús nos sale
al paso, nos llama torpes, nos explica una y otra vez el proyecto de amor de su
Padre, se hace Pan para nosotros y nos manda a salir a los caminos para invitar
a todos, especialmente los pobres, humildes y sencillos, a llenar la sala del
banquete de nuestro Dios.
¿No arde nuestro
corazón cuando leemos las Escrituras? ¿No nos faltan hermanos en el banquete de
la Eucaristía?
Este fuego y este impulso es el que sigue empujando a miles de misioneros por el mundo. Ahora nos toca a nosotros unirnos a ellos y secundar su amor, su entrega y su servicio universal.