Este testimonio del Padre César Caro, nos lo envía nuestra misionera Ana Luisa Segoviano desde Perú.
La plaza de
armas de Trujillo inundada, el centro de Piura hecho un barrizal, casas
totalmente anegadas con metro y medio de agua, carros llevados por las
corrientes, el Amazonas en niveles críticos, volquetes hundidos en el barro,
grupos de vecinos atrapados en azoteas, personas colgadas en arneses, canoas
que transportan víveres por las calles de Chiclayo convertidas en piscinas,
pueblos enteros arrasados, la panamericana cortada hace muchos días, puentes
destruidos, cortes de luz, desabastecimiento de agua (¡!) en todo el país,
apagones de la señal de telefonía y de internet, personas desaparecidas y
decenas de muertos y heridos. Un desastre de proporciones gigantescas que
ha asolado el Perú de horror, desconcierto y tristeza.
Lo que está ocurriendo hace visibles varias cosas. La primera es la
gran cantidad de infraestructuras deficientes y viviendas precarias que hay en
Perú, con muchísimas familias viviendo en condiciones indignas y en
emplazamientos inseguros, y especialmente en la costa, donde están las
principales concentraciones de población. Los anuncios pitucos de
la tele nos hacen creer en un país medio elegante y semidesarrollado, pero de
pronto despertamos y nos topamos con la realidad que siempre intuíamos: que
Perú es mucho más pobre de lo que muchas veces se pretende aparentar.
El reverso es igualmente elocuente: los peruanos son líderes en capacidad de movilización para hacer concreta la solidaridad y acudir en ayuda de los damnificados. La acción del gobierno junto con la totalidad de la sociedad civil es impresionante, por su amplitud y su unanimidad. La campaña #UnaSolaFuerza la capitanea el presidente, que se pasa los días en helicópteros y aviones recorriendo las zonas dañadas; ha encargado a cada ministro una región en la que coordinar de la ayuda y la prevención, con el mandato de dejar otros asuntos y dar prioridad al apoyo a las poblaciones afectadas.
Todo está invadido por el impulso a la solidaridad: cientos de horas de televisión, las páginas de internet, mensajes de texto de PPK en los celulares, los murales de las calles, Lima está repleta de centros de acopio donde se invita a la población a que lleve agua, alimentos, útiles de aseo, medicinas, mosquiteros, calaminas... La cantidad de sacos azules es increíble, hay varias ONGs comprometidas en la tarea. Aquí en Bagua Grande también hemos tenido el Centro de acopio en la Parroquia y dos camiones con toneladas de ayuda salieron ayer para llevar esa ayuda hasta Lambayeque. El Párroco con las autoridades se encargaron de acompañar para sea distribuido Sencillamente extraordinario.
El reverso es igualmente elocuente: los peruanos son líderes en capacidad de movilización para hacer concreta la solidaridad y acudir en ayuda de los damnificados. La acción del gobierno junto con la totalidad de la sociedad civil es impresionante, por su amplitud y su unanimidad. La campaña #UnaSolaFuerza la capitanea el presidente, que se pasa los días en helicópteros y aviones recorriendo las zonas dañadas; ha encargado a cada ministro una región en la que coordinar de la ayuda y la prevención, con el mandato de dejar otros asuntos y dar prioridad al apoyo a las poblaciones afectadas.
Todo está invadido por el impulso a la solidaridad: cientos de horas de televisión, las páginas de internet, mensajes de texto de PPK en los celulares, los murales de las calles, Lima está repleta de centros de acopio donde se invita a la población a que lleve agua, alimentos, útiles de aseo, medicinas, mosquiteros, calaminas... La cantidad de sacos azules es increíble, hay varias ONGs comprometidas en la tarea. Aquí en Bagua Grande también hemos tenido el Centro de acopio en la Parroquia y dos camiones con toneladas de ayuda salieron ayer para llevar esa ayuda hasta Lambayeque. El Párroco con las autoridades se encargaron de acompañar para sea distribuido Sencillamente extraordinario.