Entrevista de Laura Figueiredo a Conchi Simón, voluntaria en Guatemala.
Es Conchi Simón Manjavacas, una mujer
criptanense que animada por su búsqueda de Dios y con un corazón que necesitaba
encontrar paz y tranquilidad se encaminó hacia Guatemala. Allí, ha estado siete
meses, desde el 17 de junio hasta el 14 de enero. Ha convivido en la parroquia
que lleva el Padre Pedro Jaramillo, otro ciudadrealeño que hace ya más de 12
años encontró su misión en este país centroamericano. Ella ha pasado las
mañanas en la misión de las Hermanas de la Caridad, las hermanas de la Madre
Teresa de Calcuta, rodeada de mujeres heridas por el mal trato y por el
desprecio de sus propias familias.
Conchi Simón nos cuenta cómo de unos mundos
tan diferentes nace también una vivencia de fe distinta. Nos asegura que
ha encontrado una fe más viva y más auténtica. Personas creyentes desde una fe
humilde y sencilla y que saben tener a Dios presente en su día a día. Allí, nos
asegura Conchi, se vive el presente porque el mañana “Dios dirá”. Y se vive con
alegría porque siempre hay algo que celebrar y que agradecer.
A Conchi la hemos visto participando de
manera activa en la comunidad parroquial de Criptana, en la catequesis de
niños, en el grupo de liturgia o en el de misiones. También estuvo de
voluntaria en la residencia de ancianos. Con esta experiencia y muchas más
vivencias partió y volvió. Ahora ha querido compartir con nosotros lo que ha
visto y sobre todo ha vivido. Y lo hace con unos ojos que siguen puestos en la
parroquia de Guatemala.
-¿Qué tal estás?
Estoy estupendamente. Muy bien y muy contenta de la
experiencia que he tenido en todos los aspectos.
-Voy a empezar la entrevista casi por el final. Después
de este tiempo en Guatemala ¿cómo ves nuestro mundo?
Lo veo igual que cuando lo dejé. Personalmente me da mucha
pena la idea que tenemos de la vida. Se supone que aquí en Criptana somos muy
religiosos y muy colaboradores en todo pero veo mucha apariencia. Complicamos
las cosas cuando todo es mucho más sencillo. Allí es diferente, se trabaja por
compromiso auténtico, por necesidad y con toda naturalidad y sobre todo con mucha
alegría.
-Es que las necesidades son muy distintas.
Son mundos diferentes y con ello la manera de vivir nuestra
fe y de vivir a Cristo. En Guatemala veo una fe más viva, más real, más de
verdad. Allí se va con el corazón abierto, cada uno es como es y va a lo que
va. Colaboran todos y cuando se comprometen a algo es de lleno y saben
que es para Dios. La misa es distinta. Aquí da gusto ver cómo se llena una
iglesia y allí se llena prácticamente siempre y todos colaboran a la hora de
rezar, cantar… y te encuentras un sacerdote cercano. Hay una alegría y una colaboración
plena que te contagia. Contagian la alegría de la fe que sienten.
“Son mundos diferentes y una fe también diferente. En
Guatemala he visto una fe más viva, más real y más de verdad”
-Tal vez es que vivimos en un país acomodado con una fe
también acomodada.
Claro que hemos acomodado también nuestra fe y mucho. En la
parroquia donde he estado todo es una entrega plena y sientes a Dios
plenamente. Mira, todos los jueves exponen al Santísimo después de la
Eucaristía, y todo se comparte, se comparte la oración de cada uno en voz alta,
sus fallos y arrepentimiento y el perdón. La devoción es muy grande y
todo acompañado con unas canciones que te acercan a Dios y al final es una
vivencia que te enamora. Notas que Él escucha en medio de un silencio tan hermoso…
-Pero esto es posible entre gente sencilla y de corazones
sencillos
Entre personas que no tienen corazones retorcidos y llegan a
las celebraciones con una sencillez tan sana… es especial. Nadie niega un
saludo o una mirada. Por supuesto que luego tienen sus defectos, son personas.
-¿Cómo surge el irte de misión?
Pues llevaba tiempo buscando y buscando y llegué a
Guatemala. Yo como tanta gente tengo mi casa, mi hijo, mi nieta, tengo padre…
pero me sentía sola y veía que si Dios me da una vida larga, como la de mi
padre, aún tengo muchos años por delante y tengo salud en general.
Buscaba poner tranquilidad y paz en mi vida y me fui a un retiro una
semana entera hace ya más de dos años. Decidí entrar en un convento de clausura
y estuve tres meses. Pero quería conocer otros caminos para poder elegir
finalmente el mío. Conocía a Mari Tere Martín Pueblas por el Grupo de Misión en
la parroquia de Criptana y fue ella quien que me animó a hacer el curso de
voluntariado para misioneros. Y ahí surgió todo.
"Buscaba poner tranquilidad y paz en mi vida y
buscando, buscando llegué a Guatemala”
-Haces el curso y dices -me voy-.
Me gustó mucho el curso. Es más, me entusiasmó tanto que
dije -¿dónde hay que ir?-. Me propusieron colaborar en la parroquia del Padre
Pedro Jaramillo en Guatemala. Es un sacerdote de Torre de Juan Abad, le conoce
mucha gente aquí porque fue vicario general de la Diócesis de Ciudad Real
durante muchos años aunque lleva en Guatemala ya tiempo. El caso es que yo
tampoco le conocía pero ya me dijeron que iba a estar muy contenta en su
parroquia. Así que allá me fui, a la ciudad de Guatemala, en un barrio muy
pobre y que cuenta con una Casa grande. Allí está la parroquia de San Juan de
la Cruz y una Casa donde hay muchas habitaciones. Es un internado que acoge a
muchachos de las aldeas mayores de 16 años que reciben clases. El profesor es
precisamente otro voluntario español que llegó hace ya un tiempo como yo y que
decidió quedarse. En la Casa también hay hogar para los niños más
desfavorecidos de tal manera que después del colegio van allí. Se les da de
comer y clases por parte de tres profesoras y marchan por la tarde a sus casas
después de una merienda-cena que les prepara el cocinero de la residencia. De
lo contrario, esos niños se acostarían sin cenar.
El Padre Pedro Jaramillo firmando uno de sus libros a un
grupo de personas de su parroquia en Guatemala
-¿Qué has hecho tú?
Pues el Padre me propuso que colaborara con las hermanitas
de Calcula, de la Madre Teresa. Tienen su centro en otra zona cercana y en el
mismo Guatemala. Allí estuve con un grupo de más de 30 mujeres de diferentes
edades y que han tenido una vida muy dura. Casi todas tienen señales de malos
tratos, echadas de las casas por sus propios hijos... Son personas, muchas de
ellas, con alguna discapacidad o problema y no las quieren en sus casas. Allí
viven y encuentran no solo la asistencia básica para vivir sino también el
cariño y el respeto que nunca antes habían conocido. Allí iba todas las
mañanas.
-Y por las tardes seguro que el Padre Pedro Jaramillo te
tenía preparada alguna otra misión.
Por las tardes colaboraba con las clases en la casa.
-¿Allí la gente mira hacia el futuro o vive el presente?
Ellos no miran el futuro, ni esa seguridad que aquí todos
buscamos. Ellos comen hoy si hay comida y mañana Dios dirá. Hoy tengo
medicación para una semana y después ¡pues quién sabe! Ese después no existe.
Viven el día lo mejor que pueden, a tope. Si hoy estamos bien, hoy vivimos y
mañana ya será lo que tenga que ser. Sin embargo, es verdad que en su cultura
tienen muy presente la muerte porque conviven con ella. En fin, allí se vive el
día a día y se vive con intensidad y siempre hay algún motivo de celebración,
algo que agradecer y disfrutar.
“Me he encontrado con personas que viven el día a día y lo
viven con intensidad y siempre tienen algún motivo de celebración, algo que
agradecer y disfrutar”
-¿Incluidos los jóvenes?
Ni siquiera los jóvenes piensan en el futuro. Ellos solo
piensan en el dinero fácil y eso lo ofrecen los narcos que los echan a perder.
Las maras son su alternativa y con ellas la muerte de muchos.
-Y con todas estas tragedias y pobrezas ¿Se puede hablar
de Dios?
Yo creo que Dios está más allí que aquí. Lo veo así porque
ahora mismo teniendo los medios que tenemos no somos capaces de seguir la
educación religiosa que hemos recibido. Aquí están los libros y tantas otras
cosas para formarnos pero no sé a dónde va. Sabemos lo que es la palabra de
Dios pero no la tenemos presente durante todo el día. No sé… es como que
estamos con Dios cuando estamos en la parroquia pero luego fuera, en el
trabajo, en las casas… no lo pronunciamos, no lo enseñamos a los demás. Allí es
fácil oír –que Dios te bendiga- o –primero Dios-. Siempre tienen esas palabras
en la boca. Aquí no se nombra, Dios en nuestra sociedad en general ya no
está. En fin es como que cada uno lo vivimos como creyentes pero no lo sacamos
de nosotros o de nuestra parroquia.
-¿Y en Guatemala ven a Dios en todas partes?
Mira, es que está en el ambiente y en la misma naturaleza.
Es ver el cielo con esos colores y formas preciosas, siempre distintas y te
sientes acogido por el Padre y así lo sienten ellos. Allí en el mismo amanecer
o atardecer ven a Dios.
“Allí en el mismo amanecer o atardecer ven a Dios”
-Aquí también tenemos unos atardeceres y amaneres
preciosos.
Sí pero nos cuesta ver a Dios ahí.
-¿Qué has aprendido?
A darme más, a no pensar tanto en mí, a ir con Dios y yendo
con Él no importa lo que los demás digan o hagan. He aprendido a tener más
confianza en Dios de tal manera que nunca te ves sola.
-Una de nuestras misioneras y religiosas, Glafira
Jiménez, me decía en una entrevista que “los pobres nos evangelizan”
Sí, tal vez es que ellos entienden el Evangelio mejor que
nadie. Ellos te dicen ante una pérdida o un problema importante -si Diosito lo
ha querido así-. Eso te da un ejemplo.
-¿Vas a volver?
Pues allí me preguntaban lo mismo porque quieren que vuelva.
Yo digo que eso es voluntad de Dios, Él me llevó y Él me dirá. Y ya va dando
señales en el camino.
-¿Y es el de vuelta?
Sí.
-¿Cómo se puede ayudar desde aquí?
Con la oración, con la ayuda económica y viviendo con menos.
No olvidemos que ellos también nos enseñan y mucho: dando importancia a las
personas que merecen la pena y sin necesidad de acumular tantas cosas
materiales. ¡Para qué guardar y guardar tantas cosas! Al final lo que importa
no son los bienes que tienes y sí los valores y las personas que valen. Es
vivir el día a día con nuestra fe y moral que es muy importante.