D. Rafael Pérez Piñero.
Lo primero que me dice el
DOMUND es recordarme las parábolas del
Evangelio, de la semilla y la levadura, por ejemplo, Mt. 13, en que nos habla
de la lenta pero segura extensión del Evangelio. Y me confirma esto mismo la conmemoración
del 20 de septiembre de los mártires de Corea, S. Andrés Kim Taegon y S. Pablo
Chong Hasang y 103 compañeros mártires:
la historia cristiana de Corea nos recuerda que desde el principio del s.
XVII la fe se mantuvo firme, sostenida
por un grupo de cristianos seglares, que conservaron la fe hasta que llegaron
en el s. XIX unos misioneros franceses.
Por otra parte el cristianismo es de ayer, como
recordaba el Papa Juan Pablo II precisamente en el Encíclica sobre las Misiones.
Esto nos habla de la juventud de la Iglesia, de su vigor y de su vida que se va
extendiendo a través del mundo; no cabe la desesperanza ni el desaliento ante
un mundo occidental hoy más o menos secularizado, puesto que las crisis
normalmente son crisis de crecimiento; la crisis de hoy en muchos lugares está
gestando la madurez de un cristianismo consciente. Tanto más cuanto que las
cristiandades evangélicas en los últimos tiempos se alzan pujantes y vigorosas.
Me apoyo en que el Evangelio va al núcleo de la
persona humana; al corazón. Busca lo que más quiere el ser humano, porque en el
fondo del corazón humano lo que se encuentra en el ansia de amar y ser amado. Y
exactamente esto es lo que anuncia el Evangelio; no algo extraño o ajeno a la
condición humana, sino lo mejor y más deseado que hay en cada persona.
Y como lo que anuncia el Evangelio es lo que más
queremos de ahí que, aunque su crecimiento sea lento, es, sin embargo, seguro.
<>.Rom 5,5 El Amor y el amor se añoran, se buscan
y se van encontrando.