Sor Pilar de la Cruz
Carmelita Descalza.
Daimiel
Octubre llega a nosotros este año como un manantial eclesial, lleno de
fuentes y cascadas de donde brotan múltiples ríos y arroyos, el mes misionero por excelencia se
llena de acontecimientos que sólo me atrevo a recordar: “Apertura del Año de la
Fe, Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización, celebración del 50
aniversario del Concilio Vaticano II, San Juan de Ávila doctor de la Iglesia”
Y
ante esta agua superabundante en nuestra Iglesia, desde mi Carmelo me atrevo a
recordaros una puerta y un camino para
llegar mejor al manantial o tal vez para descubrir y gustar la belleza de la
fuente, o sencillamente para beber de esta agua que apague nuestra sed.
Una
puerta
Corría
la segunda mitad del siglo XVI y sorprendemos a Teresa de Jesús, la Santa
Andariega, en su primer Monasterio de San José de Ávila. Un fraile franciscano,
fray Alonso Maldonado, que ha venido de las Indias (América) visita a la
comunidad y le cuenta la necesidad de doctrina de aquellas gentes que todavía
no conocen a Jesucristo. “Fuíme a una
ermita con hartas lágrimas; clamaba a nuestro Señor, suplicándole diese medio
cómo yo pudiese algo para ganar algún
alma para su servicio”(F.1), escribirá Teresa. Y el Señor le mostró ese
medio “la puerta es la oración”(1M1).
“Todas ocupadas en oración por los que son defensores de la Iglesia…. ayudásemos
a este Señor mío que tan apretado le traín”(C,1).
La
puerta para entrar en tan grandes misterios, en tan grandes necesidades, en tan
gran amor, es la oración.
Un
camino
Y
para descubrir este camino viajamos en el tiempo, concretamente al siglo XIX.
Esta vez sorprendemos a otra Teresa “Santa Teresa del Niño Jesús” tan conocida
y querida por todos los misioneros, la joven carmelita patrona de las misiones
y doctora de la Iglesia. Ella nos muestra el camino de los pequeños a los que
ha sido revelado los secretos del Reino, el camino del Evangelio, de la
santidad para todos, de la confianza en el amor misericordioso de nuestro Padre
Dios. “El caminito es el camino de la
confianza y del total abandono. Quiero indicarles que sólo hay que hacer una cosa sobre la tierra: echar a
Jesús las flores de nuestros pequeños sacrificios y ganarle con nuestras
caricias”, “permanecer pequeño quiere decir reconocer su nada, esperarlo todo
de Dios, como un niño pequeño lo espera todo de su padre, no inquietarse por
nada…” .
Y
el camino para llegar al manantial es el caminito sencillo del Evangelio.
También
a nosotras llega cada día el padre
Maldonado que tiene el rostro de nuestros misioneros de hoy y nos hablan de
la necesidad tan acuciante del anuncio del Evangelio y de la pobreza inmensa de
tantos hijos de Dios. Y como Santa Teresa suplicamos a nuestro Señor en oración
nos dé medio cómo remediar tanto mal.
Desde este Carmelo
de Daimiel agradecemos a todos los
hermanos que dan su vida por el anuncio
del Evangelio su generosidad y su entrega.
Que el Espíritu Santo os invada y os transforme en “misioneros de la fe”
en nuestro mundo, “llamados a hacer resplandecer la Palabra de la verdad”.