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16/12/2013

¿SALIDA DEL TÚNEL?.

Luis Aranguren Gonzalo para Antena Misionera. 
Qué buena noticia para estas navidades: ya salimos del túnel de la crisis. ¿O no? Y es que cuando los pregoneros del final de la crisis alardean de cifras y porcentajes macroeconómicos aparentemente esperanzadores, la realidad de tanta gente sigue hurgando en el ingenio para llegar al final del túnel de cada mes. La cosa no está nada clara.
Hasta ahora llevamos cinco años donde el papel de las familias y en especial, las pensiones de no pocos abuelos, han permitido sostener los efectos perversos de tanto desempleo, tanto desahucio y tanta nueva pobreza. Pero los últimos estudios al respecto nos advierten que esa red de contención familiar se va haciendo añicos a una velocidad de vértigo. Y al romperse la red, la gente sigue cayendo más abajo y continua siendo expulsada más afuera.
Cuando nos anuncian que ya todo va a ir mejor, posiblemente asistamos a una doble reacción: por un lado, la resignación del que piensa que las cosas son así y “esto es lo que hay”, como si los procesos sociales se rigieran por una extraña ley natural; esta es la postura expresada por no pocos precarios, esa nueva clase social, encabezada por los jóvenes de las clases medias. Por otra parte, estamos a punto de asistir a la radicalización creciente de otros muchos afectados que malviven y se sienten indignados. El estallido social está a la vuelta de la esquina y es preciso estar preparados, saber con quién estamos, comprender por qué pasa lo que pasa, y acertar en nuestros análisis y en nuestras tomas de postura.

Al anunciado final de la crisis le corresponde la audacia de enfrentarnos con honestidad  a la realidad que nos cuentan y a la realidad que sucede. Sin más mentiras. De la oscuridad del túnel podemos salir con la luz que aportamos cada uno de nosotros, con nuestra creatividad, con nuestra inteligencia colectiva puesta al servicio de alternativas viables, por  pequeñas que estas sean. Esa será la luz del final del cada día.
La estrella de Navidad prende en lo sencillo y humilde, signo quizá del nuevo tiempo que hemos de inaugurar.