El jueves, 25 de septiembre, comenzaban en
Alcázar de San Juan (Ciudad Real) las XIX Jornadas de Cine Solidario que, a
partir de ahora y hasta el 23 de octubre, podrán disfrutarse todos los jueves
en los multicines. Antonio Fernández Rodríguez, sacerdote misionero en Santo
Domingo, fue el encargado de inaugurar las Jornadas este año. El religioso
destacó la solidaridad de los alcazareños, habló de los proyectos que han
podido realizarse en su lugar de trabajo gracias a este tipo de iniciativas e
insistió en que “ahora que la crisis está haciendo que sintamos necesidad, no
debemos olvidarnos de otros amigos que están lejos y que viven en crisis
permanente”.
"Diamantes Negros", "Somos Gente
Honrada", "La Jaula de Oro", "El Hijo de otro",
"El Mayordomo" y "Khumba. La cebra sin rayas" son los
títulos de las películas que componen este año la programación de las XIX
Jornadas de Cine Solidario en Alcázar. Todos los jueves por la tarde, hasta el
próximo 23 de octubre, los multicines Cine-Mancha se convertirán en el centro
del cine solidario. Los bonos para todas las películas (23 euros) así como las
entradas pueden adquirirse en sus instalaciones. La recaudación irá destinada
para diferentes proyectos en países del tercer mundo como Perú, Marruecos,
Bolivia, Argelia, Haití o para los refugiados del Sáhara.
El encargado de
presentar la XIX edición de las Jornadas de Cine Solidario ha sido en esta
ocasión un sacerdote, misionero desde hace más de 20 años en Santo Domingo, que
conoce de primera mano lo que esta ayuda supone para los habitantes de los
países en desarrollo. Antonio Fernández Rodríguez explicó qué es lo que se
puede hacer con el dinero recaudado en este tipo de iniciativas solidarias, que
“es mucho”. Su misión, en la frontera entre la República Dominicana y Haití, ha
recibido ayuda, en varias ocasiones, procedente de la recaudación obtenida en
estas jornadas cinematográficas que anualmente se celebran en Alcázar.
Antonio es un
hombre risueño y humilde, que se expresa con fluidez y no puede ocultar un
ligero acento traído de las tierras donde desarrolla su misión religiosa y
humanitaria. Pero, ante todo, lo que más destaca es la ilusión que pone en sus
palabras y el profundo conocimiento de las situaciones de las que habla. Su
afán no es otro que transmitir a los occidentales la extrema necesidad que
viven sus “amigos” del tercer mundo y lo “mucho” que se puede hacer “con muy
poco”. Y, especialmente que este poco es recibido con gratitud y alegría por
aquellas gentes que “hacen una fiesta con cualquier cosa, porque entienden que
no hace falta mucho para vivir y ser feliz”. Un mensaje que deberíamos
aplicarnos también en occidente, especialmente en estos momentos de crisis en
los que “ahora, más que nunca, que conocemos de cerca la necesidad, no debemos
olvidarnos de otros amigos que están lejos y que viven en crisis permanente”,
apuntaba Antonio.
Esta actitud dice
mucho más que todo lo que puede contarnos acerca de los proyectos que se están
llevando a cabo en Santo Domingo, que no son pocos. Gracias a la solidaridad de
los alcazareños 170 niños y niñas pueden ir a cualquiera de las 4 escuelas
construidas y alfabetizarse, tener otra opción de vida distinta a la
agricultura de subsistencia. Se puede dar atención y educación sanitaria a
cientos de personas que no tienen acceso a ella. Se pueden formar técnicos
comunitarios de salud que atiendan las urgencias de sus vecinos, combatir la
mortalidad infantil y los embarazos de riesgo en adolescentes, capacitar a
mujeres para que asistan y acompañen a sus iguales en estas situaciones, ayudar
en la producción de cultivos y bancos de semillas, evitar la desnutrición
infantil, trabajar por la conservación del medio ambiente… en definitiva,
combatir la pobreza y la miseria con la que conviven diariamente. “Nuestra
misión es una misión viva que trata de ir dando soluciones a los problemas que
surgen”, comentaba Antonio Fernández que recordó que hay más de 1.000 millones
de personas en el mundo que pasan hambre y de las que “no debemos olvidarnos”.
En cuanto a la idea
de las jornadas, la solidaridad a través del cine, confesó que le parecía una
“bonita idea”, con la que él se sentía muy próximo ya que su padre tenía un
cine y se crio entre taquillas y butacas. “Ahora estoy en el otro lado, en el
que nacen las historias”. Confía, como ya ha sucedido otros años, en que
quiénes las ven en la pantalla grande tiendan la mano a los que las sufren y
les transmitan el mensaje de “no estáis solos.