A las puertas del Año Santo de la misericordia, convocado
por el Papa Francisco, la Jornada del DOMUND 2015 nos invita a mirar a los
misioneros, que, siguiendo los pasos y obedeciendo el mandato de Jesús,
Misionero del Padre, son hoy “rostro de la misericordia del Padre”. No son los
únicos, evidentemente, pero sí son significativos para la Iglesia y para
nuestro mundo.
Si “la credibilidad de la Iglesia pasa a través del
camino del amor misericordioso y compasivo” (Misericordiae Vultus nº 10), ellos
son quienes en nombre de la Iglesia, enviados por Ella, andan por el mundo
curando las heridas de los hermanos que viven las situaciones más dolorosas en
las más marginales periferias existenciales. Quienes superan la indiferencia,
la anestesia de ánimo, el egoísmo interesado, para mirar con cariño y ternura
las miserias más sangrantes de nuestro mundo, quienes escuchan el grito de
auxilio de tantos hermanos y hermanas privados de dignidad. Y se acercan a
estrechar sus manos, para llevarles el calor de nuestra presencia, nuestra
amistad y fraternidad. Y, sobre todo, para anunciar el mensaje de liberación,
la Buena Nueva, el Año de Gracia del Señor que ha venido a manifestarnos y
hacer presente el Amor Misericordioso del Padre por todos los hombres,
especialmente los más pequeños, humildes, sencillos, empobrecidos.
No son los únicos, decía al principio. Pero ellos son
testimonio y ejemplo para nosotros, para toda la Iglesia, necesitada de
verificar su mensaje con la fuerza de sus obras.
Y, al mismo tiempo, necesitan de nosotros, de nuestra
oración, nuestro sacrificio y nuestro apoyo económico, para poder continuar
sembrando el mundo con las obras de misericordia, para que el mundo contemple
en la Iglesia a Cristo, rostro misericordioso del Padre.