Entrevista a José Luis Muñoz Ramírez, Sacerdote, Hermano
del Evangelio, Misionero en Bolivia.
- Aunque muchos te conocemos, preséntate: Dónde naciste, estudiaste,
cómo nació tu vocación, dónde ejerciste el ministerio en Ciudad Real...
Nací en Campo de Criptana, estudié en el
seminario de Ciudad Real y en Ciudad Real me ordené en mayo de 1972. Después de
un año en Caracuel, Corral y Cañada de Calatrava, fui a Cali, Colombia y luego
estuve ocho años en la parroquia de santa Mª Magdalena de Valdepeñas.
El seminario me dio mucho, pero la vida en
medio del pueblo pobre latinoamericano ha seguido dándole forma a mi ser
cristiano de una manera continuada, permanente e inacabada. Uno no se hace de
una vez por todas. La experiencia de la
fe se puede describir como una danza, la danza de Dios con uno: El nos saca al
tablao y nos va llevando. Es la aventura más apasionante ésta de danzar con
Dios. Y la más maravillosa, porque uno no se aburre nunca, es una fiesta. En
este tablao de la vida Dios nos va formando permanentemente.(Es una imagen que
me viene de un libro sobre Carlos de Foucauld, "Dos bailarines en la
pista", cuya síntesis, a mi manera, sería esa, para habitar la rutina de
cada día con el duende y el arte del Dios de la vida, que no se aburre ni nos
aburre). Y así he ido pasando, bastante nómadamente, de La Mancha a Colombia,
luego a España, luego nuevamente a América Latina.
- Háblanos de los Hermanos del Evangelio. Su carisma, dónde están, qué
hacen.
En Colombia conocí a los hermanos del
Evangelio y empezó en mí la sospecha de una llamada nueva, al interior de la
primera vocación.
Somos una congregación pequeña, inspirada en
Carlos de Foucauld, cuyo lema era "gritar a Dios con la vida" y que
se definía como "monje misionero". El hablaba del apostolado de la
amistad y de la bondad y de la vida oculta de Jesús, en la que el contacto y la
cercanía transmiten más que las palabras.
Nosotros nos consideramos contemplativos, en
los medios pobres. Nuestro "monasterio" es el barrio, la comunidad
campesina o el arrabal. Oramos a diario juntos y personalmente; cada uno
trabaja, como cualquier hijo de vecino, para ganarse el pan en lo que puede
(aquello del ora et labora, de los primeros monjes), siempre trabajos adecuados
a la vida de las personas entre las que vivimos. Y eso nos caracteriza, estemos
donde estemos, en cualquiera de los continentes. Vivimos en pequeñas
fraternidades, para poder ocupar una casa cualquiera, como la gente, sin
necesidad de construir un convento, que quieras o no, distancia de lo que viven
las familias humildes. A partir de ahí colaboramos en la pastoral estructurada
de la iglesia en la que estamos, aunque lo anterior para nosotros es pastoral,
pues la gente sencilla entiende por signos, por contagio y no por las palabras.
Algo así como el papa Francisco, que es comprendido por la gente más por sus
gestos, que por las encíclicas, que la gente no lee.
- Has estado muchos años en Bolivia. Háblanos de aquella misión.
En Bolivia llevamos más de 40 años. Tenemos una
fraternidad en un medio indígena, andino puro de origen quechua y aymará. Allí
los hermanos se han dedicado a la pastoral y a la promoción en una amplia zona,
confiada por el obispo.
Y tenemos otra fraternidad en Cochabamba,
desde hace 16 años, a la que yo
pertenezco. El párroco nos pidió acompañar a la comunidad campesina en todo el
proyecto pastoral y lo hacemos: Acompañamiento de las familias, la catequesis
etc. Y la educación en el Centro Comunitario del barrio, donde funciona una
biblioteca y un comedor.
Pero nosotros, para vivir, fabricamos yogur de
leche de vaca, que compramos a los vecinos, y que luego vendemos en el mercado
de la ciudad. Los primeros años fui conductor de un autobús en un centro de
niños ciegos.
Intentamos, pues, testimoniar a Jesús, mas por
lo que somos (gente que ora y trabaja y somos vecinos, compañeros de trabajo).
Pero no despreciamos el quehacer pastoral, sino que nos brindamos a colaborar.
- Los últimos años has estado en el equipo responsable de la
Congregación. ¿Cuál ha sido tu tarea? ¿Qué te ha aportado a ti?
La tarea del equipo general de una
congregación es acompañar a cada una de las fraternidades, a cada de las
regiones, a cada uno de los hermanos y dinamizar el proyecto de vida que la
congregación se da. Para ello, hay que viajar mucho, estar con los hermanos,
conocer su medio, orar con ellos, escucharlos, disfrutar con ellos la vida que
llevan entre su gente....a veces hay que abordar problemas...
Lo que más me ha nutrido en estos 6 años ha
sido conocer en lo concreto las opciones de vida que nos damos, cerca del
pueblo pobre, en fidelidad a él y a la Iglesia de los pobres, la sobriedad
desde la que nos planteamos la presencia...y la alegría con que los hermanos
viven entre sí y en medio de la gente.
No he hecho turismo, pero sí he tocado de
cerca el corazón de nuestra historia, la realidad de la gente humilde, que va
más allá de lo que vemos en los telediarios o en las revistas. Uno se llena de
esperanza viendo la vida desde abajo. Estamos atiborrados por lo sensacionalista
de la tv, las revistas, los periódicos, que es real. Pero hay una historia
real, anodina, la de los/as "don nadie", que no cuentan, que es
silenciosa y perseverante, pues construyen el mundo que disfrutamos, sin que
nos demos cuenta: mujeres y hombres campesinos, artesanos, obreros,
trabajadores de los derechos humanos, por la causa de los últimos, de las
mujeres, de los jóvenes, del planeta tierra etc. Ser testigo de esta humanidad
es como asistir al parto de otro mundo posible. Esto me ha enriquecido mucho. Y
me ha permitido verificar aquella "irrupción de gozo de Jesús, cuando
alaba a su Padre porque ha revelado los secretos del Reino, no a los poderos y
entendidos, sino a la gente sencilla". (Mat. 11, 25 y siguientes).
Y la mayoría de esta gente son Iglesia, forman
parte de las comunidades cristianas y en ellos veo también que otra Iglesia es
posible. En Europa estamos acostumbrados a una Iglesia en función de sus obras:
Catequesis, celebraciones, tradiciones etc., y hay que hacerlo, pero este otro
tipo de cristianos que yo descubro, potencian, sobre todo, sin excluir lo
anterior, la coherencia cristiana de
puertas de Iglesia hacia afuera: en el barrio, en lo cívico, lo asociativo (por
la causa de los niños, de las mujeres, por la ecología, lo educativo, la
familia etc.)
Y creo que hay que estar abiertos a estos grupos, porque nos enseñan
mucho y porque necesitan apoyo también, que sean reconocidos como actores y
creadores de Iglesia, de otra Iglesia posible, vuelvo a decir. Porque estos
hermanos son depositarios de la revelación de Dios. Me remito al versículo 27 del texto que acabo de citar:
"...Nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo se lo
quiera dar a conocer". Esto nos pone como Iglesia bien abajo, allí donde
Jesús se puso.
Yo he aprendido estas cosas en todo ese
trasiego de vida que llevo y es lo que os quiero decir.
- Dinos algo acerca del lema del
DOMUND 2015: "Misioneros de la Misericordia".
Un cristiano que se siente misionero de la
misericordia - y misioneros somos todos los bautizados- se sienta cada día con Jesús, le consulta, se
deja aconsejar por Él y deja que le sincronice los ritmos del propio corazón
con los del Suyo, que caldee su corazón en los rescoldos del Suyo. Y se abre al
horizonte de cada día al unísono con Jesús. Y repito que nos corresponde a
todos: sacerdotes, seglares, papa, obispos, mujeres, hombres, jóvenes... en el
lugar que nos toca vivir,
Nos dice Jesús: "Sed misericordiosos,
como vuestro Padre es Misericordioso", otra forma de expresar el
mandamiento del amor. S. Juan dirá que "el que ama conoce a Dios" y
en otro momento dice que "no se puede amar a Dios, a quien no se ve, sin
amar al prójimo al que se ve". También en las bienaventuranzas habla Jesús
de la “felicidad de los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia".
Yo veo que el mensaje que quiere el Papa que
demos los cristianos, como misioneros, es vivir públicamente y coherentemente
lo nuclear de la fe.
Subrayo lo de pública y coherentemente.
Todos los bautizados, todos, eh?, partiendo de
la vida de cada día en familia, profesionalmente, en el propio pueblo o barrio, debemos vivir el amor práctico y
concreto en las circunstancias en que nos pone la vida ante: los refugiados,
los inmigrantes de las pateras, los que carecen de empleo etc. y confrontarnos,
desde el amor, con los que pueden ser los causantes de que a los anteriores les
vaya tan mal. Porque las cosas no suceden por casualidad, sino que tienen una
causa y unos causantes.
Amar misericordiosamente a los primeros supone
estar de su parte, defenderlos, sacar la cara por ellos. Y, con relación a los
segundos, supone desenmascararlos, denunciarlos, quitarles todo apoyo y
quitarles los medios para que no puedan seguir haciendo de las suyas.
Un cristiano que se siente misionero de la
misericordia, se abre al horizonte de cada día al unísono con Jesús. Esto es
tan de la misión de un cristiano, el tomarse en serio a Dios y a los hermanos,
que uno pone entre paréntesis sin escrúpulos, y elimina de su vida, todo lo que
le pueda adormecer la conciencia o apartarle de la misión primera: programas de
tv vacíos, devociones malsanas, caprichos, gastos inútiles (incluso
religiosos). Todo esto te come la cabeza
y la vida y me parece que hay que tener las ideas claras para no perderse: Me
importa dedicarme misericordiosamente a los hermanos, que son la carne de Dios
y nuestra carne. Lo demás... de nuevo sentémonos con Jesús, que Él nos
instruya, a ver.
Esto de ser "Misioneros de la
Misericordia" no nos deja tranquilos con echarle a la hucha del DOMUND 20
euros o en la bandeja de la colecta. Nos hace misioneros de otra manera.
Dejadme que os hable del Papa Francisco. Creo
que su ejemplo nos hace entender lo que digo, hasta la gente más simple lo
entiende: Un corazón incandescente, habitado por Dios y el Evangelio,
simplicidad en el vestir y el vivir, más cercanía, muy concreto en lo que dice,
sin perderse ni perdernos en discursos huecos, defensa de los pobres, denuncia
de las mafias, del sistema liberal de políticos y banqueros corruptos. Y esta
debe ser la misión de un cura, o un obispo o un laico o una religiosa/o. Nada
de cerrarse en lo "nuestro de siempre", una pastoral de piñón fijo,
lo que siempre se ha hecho, para, sin dejar de hacer lo que se hace, o quizás
sí, dejándolo, replantearse todo desde otra mística, con los ojos abiertos a la realidad y, si
algo no cuadra, se deja.
Hoy, cuando escribo esto, 21 de sep., es la
fiesta de S. Mateo, los escribas y fariseos se escandalizan de que Jesús coma
con los pecadores (Mat. 9, 9-13). Él les tiene que decir que "no ha venido
para los santos, sino para los pecadores, que no tienen necesidad de médico los
sanos, sino los enfermos. Y les dice aquello de MISERICORDIA quiero, no
sacrificios, que se puede honrar a Dios con los labios, pero tener el corazón
lejos de Él"
Mirad qué a punto este evangelio. Es lo que el
Papa nos está diciendo siempre: salid a las periferias, a los leprosos de hoy,
abrid vuestros conventos, vuestras parroquias y vuestras obras a los
refugiados, a los inmigrantes... Estad abiertos a los diferentes, a los que no
entran en el común denominador, acogedlos, acompañadlos...dejad las seguridades
económicas, doctrinales, morales...Arriesgad, con tal de acompañar, quitad
pesos de encima a quien ya no puede más.
¿Qué mejor noticia dar a esta gente que la de
actuar en nombre del Dios de Jesús, que es compasivo y misericordioso y que no
tiene cuenta de razas, religiones, perfecciones morales y que perdona, cautiva,
serena y reposa? "Venid a Mí los que estáis cansados y agobiados, dice
Jesús, que yo os aliviaré" (v.28 del texto citado).
Es lo que me brota, a propósito del DOMUND de
la MISERICORDIA 2015.
Imaginaos los mil millones de cristianos que
estamos en el mundo con este programa. Qué maravilla! pero no nos lo creemos,
decimos que lo hagan otros y seguimos con nuestras tradiciones de piñón fijo,
que muchas de ellas no conducen a nada, es como moverse por no estar quietos.
Termino con un Viva Dios!, que nos rejuvenece,
nos propone programas de ensueño, aunque nos desinstale y nos lleve a
deconstruir tinglados pasados de moda, por muy gloriosos que nos parezcan. Y
Viva María, su Madre!, modelo de mujer misionera, que testimonió a Jesús por
los callados caminos del día a día, desde la Encarnación hasta la Pascua.
Todo esto lo confirma
a uno en la opción primera por El Dios de la Vida y su Reino.