Pedro Jaramillo Rivas, sacerdote de la
diócesis de Ciudad Real (de la que fue
Vicario General) ha sido durante bastantes años uno de los sacerdotes con más
visibilidad del panorama español. Su voz ha sido escuchada y requerida, por
lúcida y coherente. Sus años en Cáritas Internacional y Cáritas Española (de la
que fue Secretario) así lo testimonian. Hace diez años tomó la decisión de
marcharse a Guatemala. Allí sigue, al frente de la parroquia San Juan de la
Cruz, en la periferia de la Capital, con una feligresía de 100.000 personas, y
con muchos proyectos. Es también Vicario Pastoral de la Archidiócesis de
Guatemala. Al cumplirse su primera década en Centroamérica, hemos querido que
nos cuente su experiencia. Y él nos ha contado, con la pasión que lo caracteriza
y con su capacidad de comunicar.
PA. Pedro, muchos de los lectores te
recordarán por tu labor al frente de Cáritas Española. Muchos otros tuvimos
oportunidad de conocerte más de cerca, cuando fuiste Vicario General de Ciudad.
¿Qué “se te pasó” por la cabeza cuando decidiste cambiar España por Guatemala .
Más que por la
cabeza, creo que “se me pasó por el corazón”. Estas cosas, sin no es por
corazonadas, no las haces. En mi prolongado tiempo de Cáritas (Roma y Madrid),
había visitado muchos países del Sur. Pero, por muy intensas que fueran (¡que
lo fueron!), no pasaban de ser “visitas”. Y se me quedó entonces como una
especie de “aguijón, que nunca me dejó tranquilo. Le prometí a Dios, me prometí
a mí mismo y les prometí a los países del Sur no acabar mi ministerio
sacerdotal sin servirlos de manera más prolongada. En que fuera Guatemala, “se
juntó el hambre con las ganas de comer”: había venido en misión /Cáritas tres
veces por aquí, en pleno conflicto bélico. Me impactó, Y, cuando decidí cambiar
rumbo pastoral, pregunté al IEME si en algún sitio necesitaban refuerzo.
Comencé una “Suplencia” en Guatemala, que ya ha cumplido 10 años.
P.A ¿Cuál ha sido tu misión en Guatemala en
estos años? ¿Qué has encontrado allí?.
Me moví y me
muevo en plenas “periferias geográficas”. La suplencia “periférica” de inicio
fue cuestión de unos meses. Una “cuasi-parroquia” en los márgenes de la ciudad
y con enclaves rurales. Fue una experiencia impactante. Enseguida comprendí
qu7e había que hacer “prevención”. Eran demasiados los jóvenes y adolescentes
“desequipados” de todos para poder hace
r frente a una sociedad con tantos de ellos (el 70% de la población es menor de
30 años), que parece, no obstante, no necesitarlos para nada. De no necesitados
pasan a ser no queridos y de no queridos, a ser marginados, excluidos (el
“desecho” y el “descarte”, del que tanto habla el Papa). Y la marginación es
caldo de cultivo para todos: violencia, droga, alcohol, delincuencia… Pensé que
merecía la pena echar energías por ese camino.
La
dimensión social de mi trabajo pastoral la encaminé por la “prevención del riesgo
social de niños, adolescentes y jóvenes”: un programa de “alimentación y
refuerzo” de niños/niñas de Primaria, una Casa de Acogida de Jóvenes (en la
casa parroquial en la que vivo); este año han sido 49 (Formación Profesional en
los Salesianos/curos a través de vuestro Centro de IGER (Instituto Guatemalteco
de Educación Radiofónica), formación en Panadería en INTECAP- fines de semana-
y prácticas en nuestra Panadería “El Hogar”; más jóvenes y adultos del barrio-
unos 100.000 habitantes tiene la Parroquia, 30.000 de los cuales viviendo en
barrancos-también en IGER y en el PEAC: “Primaria acelerada”…Y los
voluntarios/voluntarias-tanto de España como de aquí- con un lema “lo que sé, eso te enseño”-) Esta es sólo la dimensión
social, siempre “trabada” con la celebración y la transmisión de la fe,
buscando la sencillez de los esencial en circunstancia humanas muy difíciles de
evangelizar. Intentando hacer caso a Francisco: “bajar a la noche sin perderse”.
P.A. Guatemala tiene un alto índice de
criminalidad, con miles de asesinatos al año, la mayoría de los cuales quedan
impunes. ¿Es un problema que se va solucionando?¿cuáles son las claves de este
drama?.
La violencia
es asignatura pendiente. Tuve ocasión de hablar una vez en directo con un grupo
joven “marero” en situación de intentar la salida. “Por favor, no deje de decir
a la gente que no somos malos; es que no tenemos otra salida”, me pidió. Y hace
poco me contestaba un adolescente en nombre de todo un grupete de estos
alrededores, “colocados” con marihuana (“porque no da para más el bolsillo”): “Por aburrimiento, padre, por aburrimiento”.
Les había preguntado yo por qué “malgastaban” su vida.
El
paro juvenil es alarmante. Y en situación de “aburrimiento existencia”, los
jóvenes son “carne de cañón”. Para muchos de ellos las “pandillas” son la
salida más “razonable”. Es tremendo que la vida no te dé ni el más mínimo
resquicio para abrirte camino. Es una losa pesada, tanto que ya muchos ni lo
intentan. Un amasijo de frustración anticipada que general “sub-vida”, caldo de
cultivo para todo, también para la
violencia. Pero, la juvenil no es la única. En la violencia familiar, el
machismo irracional y prepotente no es fácil de dominar; en la violencia social
todavía influye el lastre de un largo conflicto bélico (36 años) cuyas heridas
no están curadas del todo y que se expresa todavía (sobre todo en el área
rural) en los violentos ajustes de cuentas. En todos los casos “la espiral” no
es un simple recurso retórico. Es realidad y desafío. Poder decir de verdad y
no como ensoñación: “otra vida es posible”.
Que
“algo nuevo está brotando”, lo ha demostrado recientemente el pueblo. Harto de
tanta corrupción, se echó a la calle de manera pacífica y masiva. La consigna
fue “decapitar” a un gobierno corrupto…Y las dos cabezas más importantes: el
presidente y la vice-presidenta están ahora en la cárcel. Funcionó
el grito del pueblo. Y “milagrosamente” funcionaron las instituciones. Se abrió una “fundada”
esperanza.
P.A Un alto porcentaje de la población
guatemalteca es indígena. Tras cinco siglos de evangelización, ¿queda mucho por
inculturar el evangelio entre los pueblos indígenas?.
Ha habido avances, pero aún queda mucho
camino. Son 23 lenguas diferentes. Entre los jóvenes que están en nuestra casa
hay siete lenguas distintas. Aunque todas sean lenguas mayas, entre ellos
tampoco se entienden. Si es mucho más cercana la cosmovisión de todos ellos.
Para hacerse entender no basta con tener un idioma común (el castellano). Es
preciso que uno mismo se abra a pensar con “otra lógica”. Desde la
evangelización, ese paso es más difícil de dar. Ahí es donde te das cuenta de
que no basta con tener la biblia traducida al quiché o de poder celebrar en la
lengua materna (no es el caso de la capital, donde hay muchos indígenas, pero
en estado de dispersión). En las diócesis de mayoría indígena (las hay con más
de un 80%), el desafío es impresionante. Yo creo que el gran reto es cómo hacer
para que lo que funciona en el subconsciente del “sincretismo popular”, pudiera
ser pensado teológicamente desde la convicción de toda cultura puede y debe
comprender y expresar el Evangelio desde sus propios parámetros.
Eso sí, sin
“fosilizar” tampoco las culturas indígenas. Como toda cultura, también la
indígena es una cultura dinámica. No vale estancarla para el disfrute de
indigenistas nostálgicos. La cuestión es que avance según sus propios
parámetros y o con imposiciones forzadas. Si alguna vez el Evangelio se pudo
vivir como “imposición cultural”, hoy está claro- al menos en la teoría- que el
Evangelio no es superposición, sino fuerza interior que re-crea permanentemente
la cultura y que el mismo se ve enriquecido por la nueva cultura que lo expresa.
El “pueblo de muchos rostros”, como define el Papa a la Iglesia “puri-cultural”,
está llamado a tener en Guatemala una expresión excepcional. Sobre todo, si
somos capaces de asumir y transmitir lo “esencial”, la “belleza”, el “núcleo”
del Evangelio. Estoy convencido de que a más “esencialidad evangélica” es más
rica la capacidad plural de expresión cultural y más bella la comunión de la
diversidad.
P.A Vamos a empezar el Año del
Misericordia. ¿Qué significa para ti este año?. Qué quieres vivir y qué quieres
predicar sobre la misericordia, en Guatemala?.
De la “sorpresa” por la
convocatoria de este Año, he pasado a la “congruencia”. Es congruente poner de
relieve la entraña de la reforma de la Iglesia que el Papa está promoviendo.
Utilizando el imaginario de la “reconstrucción”, Francisco no puede ser más
claro: “La misericordia es la viga maestra de la vida de la Iglesia”. Desde la
misericordia de Dios, para mi, en Guatemala, esto supone un esfuerzo convencido
de ayudar a superar una corriente imagen distorsionada de Dios. La influencia de las sectas (muchas de ellas
apocalípticas) está extendiendo la idea de que es “más rentable” la imagen del
Dios justiciero que la imagen del Dios misericordioso; y que funciona más la
imagen del Cristo “Rey de reyes y Señor de señores” que la de Jesús encarnado,
amigo de publicanos y pecadores, compasivo, “porque el mismo estuvo rodeado de
debilidades”.
Entre
la gente de mi Parroquia, he percibido “miedo” de que este cambio de acentos
pueda derivar en una vivencia de la misericordia como “licencia para
pecar”…Hemos tenido que recordar que “a
quien poco se le perdona, poco ama, si es que lo religioso lo vivimos como
actitud y no simplemente como forma exterior. Y en la misericordia que estamos
llamados a ejercer (ahí donde nos jugamos la credibilidad), nos vamos a agarrar
a la “projimidad samaritana”, porque se hizo prójimo el que “usó con él la
misericordia”. La parroquia a la que sirvo es, en su inmensa mayoría, de los
que cayeron a la cuneta, víctimas de salteadores. Pero sabemos también de dificultades para la
cercanía y el encuentro. Lo que cantamos como himno, lo queremos llevar a la
vida: “ ¡Qué bien, todos hermanos en el sufrir y en el gozar”. Procedentes de
todos los rincones del país, con el denominador común de la pobreza, nos falta,
sin embargo, la “mística de estar juntos, de mezclarnos, de abrazarnos”, de
reconocernos hermanos “n el sufrir y en el gozar”. Somos pobres del pueble;
pero no somos “el pueblo pobre” que busca liberación, “mano con mano en el
luchar”.
P.A España. Desde tu experiencia
en Caritas, y desde lo que sabes de la realidad actual, ¿qué percibes y qué
deseas para la Iglesia española en el momento presente, especialmente en su
labor caritativa?.
Al interno de nuestro país, que
no se globalice la indiferencia. El “eso no va conmigo” es una mala estrategia para
“parar de sufrir”. Como secretario de Cáritas Española, procuré en aquellos
tiempos compartir la conciencia de que “todos somos responsables de todos”. La
urgencia de crear esta conciencia “concernida” me parece que sigue siento tarea
de labor socio-caritativa de la Iglesia. Hacer oídos sordos al grito de los
pobres es cerrarlos también a la Palabra de Dios. Y el grito se ha hecho fuerte
con la crisis y ahora con la llegada masiva de refugiados y emigrantes.
Tomando
la analogía de “la comunicación de idiomas”, de aquél poder decir de Dios lo
que se dice del hombre; y del hombre lo que se dice de Dios, cuando miramos a
Jesucristo, yo me diría y diaria a cada creyente, mirando a los pobres: “Si hoy
escuchas su voz, no endurezcas tu corazón”.
Hoy más que nunca, necesitamos ser
“expertos en humanidad”. Una humanidad, hoy “herida y llagada”. Desde lo
“compacto” del pensamiento del Papa: “no hay Dios sin Cristo/no hay Cristo sin
carne/no hay carne sin llagas”, desearía para cada uno de nosotros y para
nuestra Iglesia una teología “cristiana”; una encarnación “llagada”: la casa
paterna, las puertas abiertas, el corazón de madre, el hospital de campaña…Ya
somos, pero podemos serlo más. La consigna del Papa es clara y exigente: “no
dejar nunca solos a los pobres”.