El fin de semana pasado, días 12 y 13 de Marzo, el Delegado de Misiones
de la diócesis de Ciudad Real, Damián Díaz, convocó a una quincena de laicos
–la mayoría con algún tipo de experiencia misionera fuera, para un encuentro de
reflexión-convivencia-compromiso.
El tema, la encíclica
del papa Francisco sobre “El cuidado de la casa común”, la Laudato Si. Y me tocó
animar y coordinar el encuentro. En un ambiente rural, al lado de un parque
Nacional, fuimos avanzando, paso a paso, ayudados por ese estilo de Francisco
que va lanzando piedrecitas planas al agua que saltan y van haciendo círculos
concéntricos que nos ayudan –como que no quiere la cosa- a profundizar en el
mensaje.
Y así vimos una serie
de ejes transversales que recorren la encíclica al presentarnos de frente que
se trata de una ecología integral que recoge el grito de la tierra y el grito de los pobres, heridos
de muerte ambos porque el modelo de desarrollo, la sociedad
consumista en la que estamos, no se sostiene, no se
aguanta, al envolvernos en una cultura del descarte, que se rige por el “tírese después de usado”
aplicado a la propia naturaleza, a los objetos que usamos y a las propias
personas –descartables también-.
De frente Francisco nos
conduce a la necesidad de una conversión ecológica, asumiendo un nuevo estilo
de vida (personal,
comunitario e institucional) y buscando otras alternativas de modelo hacia otro mundo que sí es
posible.
El cine, las dinámicas,
los trabajos en grupo…etc nos fueron llevando a hacer el camino de Francisco
–Ver, Juzgar, Actuar y Celebrar-. Destacar con especial énfasis la celebración
final del domingo, preparada con calma y disfrutada por casi dos horas, grandes
y chicos. Sabemos que no se quedó allí, en la casa Reina de los Ángeles, sino
que lo iremos haciendo vida en nuestros grupos y comunidades. Hemos apostado
por ello y sabemos que eso nos lleva a trabajar codo con codo, con todos los
hombres y mujeres –creyentes o no- que trabajan por el Reino. Y es que somos
parte de esa “Iglesia en salida”.