Damián Diaz. Delegado Diocesano de Misiones
Seguimos a vueltas con la Misericordia. Puede parecer
redundante, y lo mismo tenemos la desgracia que la palabra termine
resultándonos cansina y gastada.
Pero es verdad lo que dice Francisco, que “La misericordia es la viga maestra que
sostiene la vida de la Iglesia… Y la credibilidad de la Iglesia pasa a través
del camino del amor misericordioso y compasivo”. Y en este sentido,
nuestros misioneros, sin ser los únicos, sí son rostros especialmente
significativos de la misericordia divina. Y que, para mucha gente, la actividad
misionera es una de las que más credibilidad les aporta en su mirada creyente
hacia la Iglesia. Y eso merece nuestro reconocimiento, y nuestro apoyo, en
todos los sentidos: moral, espiritual y material.
Estamos en tiempos de escasez de vocaciones. Muchos
misioneros van avanzando en su edad, y hay pocos reemplazos. Pero en estos
últimos años hemos ido consiguiendo contactar con muchos religiosos que habían
sido enviados por sus congregaciones e institutos, y habían desconectado de
nuestra Diócesis. Algunos, cuando les escribimos, se alegran de que les
consideremos “nuestros”.
Pero es verdad, no es pura adulación o admiración
superficial, es el reconocimiento de que aquellos que recibieron la fe
cristiana en nuestras comunidades parroquiales, y ahora andan por todo el mundo
proclamando el Evangelio y construyendo el Reino, son parte preciosa, inestimable, de esa “viga” que sostiene la
vida de nuestra Iglesia Diocesana.
Queremos que sepan que ellos son expresión de la
naturaleza misionera de nuestra Iglesia de Ciudad Real, que nosotros somos
misioneros con ellos.