Ramón
Cazallas. Misionero de la Consolata.
“Sal de tu tierra”. Este
imperativo de Dios a Abraham se
repetirá billones de veces a través de la historia a muchos hombres y mujeres ,
hasta de otras religiones, que buscan otro futuro en pateras sembrando de
cadáveres el Mediterráneo. Serán los refugiados, los subsaharianos que tienen que
huir de su tierra porque son perseguidos por su religión o por salvar las vidas
de sus hijos.
Como
Abraham, van a otras tierras sin saber su destino ni el futuro que les espera.
Todos los pueblos y culturas tuvieron sus pequeños o grandes éxodos con
invasiones, guerras, ocupaciones y persecuciones por motivos religiosos,
económicos, imperialistas. Normalmente, a los que están arriba, no les importan
que salgan los que son parásitos en la economía, los que no producen, como no
les importa que entren los que vienen con la esperanza de enriquecer fácilmente
un lugar.
Pero
vamos a lo nuestro. Bien pequeño, con tres años tuve que salir de mi tierra
natal, Calzada de Calatrava, para Puertollano, en aquel tiempo era la tierra
que manaba “leche y miel”. Mi padre no veía futuro para sus hijos. Cogió el
“petate” y allí nos fuimos todos, también motivó esta salida un hombre de
“iglesia?” que hizo lo que no tenía que hacer…
He
tenido muchos “éxodos” en mi vida, el primero, quizás el más importante fué
cuando descubrí que Dios me llamaba a estar entre los pobres, en la misión. Del Seminario de Ciudad Real me embarqué con
los Misioneros de la Consolata. Nueva cultura, nueva convivencia con
jóvenes de otras naciones y continentes. En la convivencia con ellos comprendí
que tenía que salir de mi tierra, no la geografía, sino de mi propia tierra
interior: mi cultura, mi manera de pensar y sentir. Que no era la verdad todo
lo que yo pensaba y decía. Que la verdad era poliédrica y tenía muchas caras.
Se da un rasgado interior que debes ir cosiendo e juntando ante otras
mentalidades y culturas, sobre todo ante la Misión de Jesús que te hace caminar
a otro ritmo y con otra intensidad de vida y de relaciones.
El mayor éxodo es vivir
en concreto la Misión después de doce años en Roma. Fué un salto de cualidad:
los pobres, el Sertão nordestino de Brasil, me enseñaron tantas cosas: otra
teología y otra espiritualidad que nacían desde abajo, desde los excluidos, los
“sintierra” y “sinagua”, desde la injusticia institucional que había que
destruir para que los pobres “tengan vida y vida en abundancia”. Los pobres
eran mi libro de cabecera, y cada día avanzábamos siempre con un nuevo
capítulo.
Nacieron
“los vientos de media noche”. Momentos de derribo e construcción, momentos de
romper las cercas de los fazendeiros y colocarlas en los terrenos de los
“sintierra”, momentos en los que se ocupaba una tierra de nadie para construir
un centro para atender los niños desnutridos e dar formación a los animadores
de comunidades.
Dentro
de ese mundo nace una nueva espiritualidad en la escucha de los pobres. Os la
defino con algunas frase de ellos: “No
se preocupe, Padre, Dios es más”. “Nosotros somos ricos en fe y los ricos son
pobres”. “Lo poco con Dios es mucho”. En tiempos de sequías: La tierra sin agua es un cadáver. La lluvia
es la misericordia de Dios para este Pueblo.
Todo
ésto era para mí fuentes de espiritualidad. No podía orar sin estos referenciales, no podía estar tranquilo
con miles de niños desnutridos.
Volver
a Europa fué un “castigo para mí”. Pero era la tierra indicada. Tenía que salir
de Brasil para otros servicios y aterricé en Portugal con residencia en Oporto.
Después de los servicios institucionales que me encomendaron empecé a trabajar con los “sintecho”. Otro mundo
desconocido pero apasionante. Viernes y Domingo, con los voluntarios salimos al
Centro de Oporto desde las ocho de la noche hasta la tres de madrugada.
Los
voluntarios reparten cena y algo caliente
para los que duermen en los soportales de los edificios o debajo de los
puentes. Yo no dí todavía ni un café. Me limito al contacto personal, a escuchar
sus vidas. Y qué vidas! Muchos son “sin techo” por vocación!? Otros, por
problemas con sus propias familias, y un buen número de ellos excluidos por la
misma sociedad y el paro laboral. Algunos viven tragedias y, en esa situación,
se tiran a la calle a lo que sea y a por lo que sea. Os contaría algunos casos
que se os pondría la carne de gallina.
Me costó entrar en sus vidas hasta el
punto, que al principio, algunos corrían pensando que era un policía. Ahora es
una delicia.
Cuando Dios nos indica salir de nuestra
tierra nunca sabemos dónde vamos a parar. Ciertamente es la tierra que El
quiere que hace que sea nuestra tierra.
Qué
diría a los cristianos manchegos después de mi experiencia misionera? Varias
cosas:
Que sean cristianos en
Salida como nos indica el Papa.
Que escuchen las voces de
los pobres que están a su alrededor.
Que salgan de sus
televisiones, móviles y otros aparatos que nos atan para ver otro mudo.
Que entren en la “cultura
del encuentro” con otras razas y personas que se encuentran en situación de
pobreza.
Que abran los ojos para
ver que otro mundo es posible con solidaridad
, amor, compartiendo lo que se es y lo que se tiene.