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23/07/2020

LA PANDEMIA NOS REVELA LA SEMILLA DEL EVANGELIO.


P. Miguel Pozuelo. P Pasionista en  Méjico. 
La pandemia nos revela la semilla del Evangelio sembrada en toda la humanidad
En el Evangelio de Jesús, revelación de nuestro Padre y Creador, hay dos ideas claves, que nos importan 

de modo fundamental en esta breve exposición sobre la misión y la fe.
La misión para los discípulos de Cristo no solo es una tarea sino un compromiso que da sentido al seguimiento de Jesús, se trata de continuar la obra de nuestro Maestro y Señor: vayan a todos los pueblos y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado (Mt. 28, 19-20); se trata de una
acción universal.
Otro principio clave es el mandamiento del amor, que en lenguaje sociológico hoy también lo llaman muchos solidaridad o fraternidad universal: amar a Dios y al prójimo, no hay mandamientos más importantes que estos (Mc. 12, 30-31), que Jesús lo complementa al decir “lo que hacen por uno de estos más pequeños que son mis hermanos lo hicieron conmigo” (Mt. 25, 40), o más directas las palabras de San Juan “¿Cómo puedes amar a Dios a quien no ves, si no amas a su hermano a quien
estas viendo? (1Jn. 4, 20)
Bien, pues estos dos criterios claves para poder decir ¡aquí hay un cristiano!, en esta pandemia han quedado evidenciados en cientos, miles, quizá millones de seres humanos de toda raza, credo y nacionalidad, y se ha manifestado como una gran luz de esperanza en multitud de pueblos y culturas sin distinción de su dimensión, de su ideología u organización social. Estamos ante un fenómeno
humano que podríamos denominar como una multitud de “cristianos anónimos”[1].
Ha sido como un teatro, preparado para una gran obra de teatro, si se abre el telón antes de comenzar a ejecutarse la obra, se puede ver claramente todo el decorado, que es parte fundamental de la obra teatral, pero no se ven los artistas ni los tramoyistas que lo han preparado... en medio de la pandemia nuestra vida sigue, y aunque no llegó aún la hora de la normalidad, hay una inmensidad de seres humanos que apenas se ven, que anónimamente demuestran diariamente su amor al ser humano
como ser humano, desde sus trincheras de lucha contra el virus
Lo hacen los profesionales de la salud y el inmenso equipo que los apoya en tareas indirectas, pero fundamentales, en los hospitales, laboratorios y transportes; lo hacen todos los que cuidan el orden y el cumplimiento de la ley; lo están haciendo tantos miles que trabajan por el mantenimiento de los bienes fundamentales para la vida; y de manera muy especial los padres y madres de familia, sobre todo de los sectores empobrecidos, que tienen que tirarse a la calle, apenas sin medios de protección, para poder llevar comida a sus familias, en la precariedad de tantos días de confinamiento;
confinamiento que hubo, hay y seguramente seguirá habiendo.
La pandemia está siendo como un gran derrumbe en una enorme pared rocosa; catástrofe que ha dejado al descubierto una gran gruta, en la cual podemos hallar vestigios prehistóricos, y valorar en
ellos nuestro género humano y nuestra historia.
Diciendo lo mismo en términos más cristianos, la pandemia ha dejado al descubierto que la “semilla del Evangelio”[2], que llega al ser humano y a los pueblos aun antes que llegue el primer misionero, está presente y germinando en multitud de personas y pueblos. El Espíritu Santo es el primer y gran misionero, y nosotros como tales debemos llegar para detectar y admirar esa semilla en crecimiento, donde están implícitos los valores del Evangelio, y nosotros hacer allí explícita la palabra de Jesús,
compartiendo con estos pueblos sus valores y su capacidad solidaria.
Cierto que “no es oro todo lo que reluce” y la situación tiene sus elementos de egoísmo y de instrumentalización política... ahí está también la labor misionera de la Iglesia junto a tantas personas de buena voluntad: “trabajen para que los seres humanos de nuestro tiempo despierten a la práctica de la verdad y la caridad revelada por Dios”[3]


[1] Concilio Vaticano II. Lumen Gentium n. 16; cfr Gaudium et Spes n. 22 4
   Karl Rahner et les chrétiens anonymes, Études, 361 (1984) 521-535
[2] Concilio Vaticano II. Ad gentes 11 y 15
   Documentos del CELAM en: Medellín 6 n. 5  y  Puebla n. 401



[3] Concilio Vaticano II. Ad gentes 11