Damián Diaz. Delegado Diocesano de Misiones
En torno al 14 de junio,
aniversario del martirio de nuestro paisano Vicente Hondarza, celebramos en
nuestra Diócesis el Día del Misionero Diocesano.
Es un día para el agradecimiento. Agradecimiento a Dios
por el regalo de la Misión, del testimonio de nuestro paisano, de su vida
entregada, de su enseñanza. Y agradecimiento por tantos otros paisanos,
sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares, nacidos y criados en nuestras
comunidades parroquiales, y que ahora andan por el mundo anunciando la Buena
Noticia y construyendo el Reino de Dios.
Es un día para compartir. “Compartimos la Misión” es precisamente el lema de este año para
esta Jornada. Todos los bautizados tenemos la obligación de continuar la Misión
que el Señor Jesús nos encomendó, que era la que Él mismo había recibido del
Padre. Algunos se sienten más interpelados por el mandato misionero: “Id por todo el mundo”, y dejan familia,
casa y cultura, para compartir la vida con los hermanos lejanos. Algo de
nosotros va con ellos, y con ellos nosotros también compartimos la Misión y nos
sentimos enviados hasta los últimos rincones de la tierra. Empezando por
nuestro entorno, donde debemos compartir la alegría del Evangelio.
Y es un día para la colaboración. Es verdad que hay muchas
colectas misioneras. A la del Domund responden casi todas las parroquias. A la
Infancia Misionera muchas, pero ya menos. A las otras tres colectas imperadas
para las misiones: IEME, Vocaciones Nativas y Misionero Diocesano, ya responden
muchas menos.
Mi testimonio personal es que
siempre he entregado íntegramente todas las colectas misioneras (como otras), y
nunca he descuidado las necesidades de las parroquias por donde he pasado, ni
pastorales, ni caritativas, ni de mantenimiento de los edificios.
Y con los fondos que nos llegan
de este Día del Misionero Diocesano, así como algunas aportaciones personales o
de grupos, cada año podemos ayudar a varios de nuestros misioneros a continuar
realizando sus tareas evangelizadoras y humanitarias. ¡Ellos lo necesitan, y
nos lo agradecen!
Que, con la fuerza del Espíritu,
abramos nuestros corazones a la universalidad, y así seamos cada vez más
partícipes de la Misión que Jesús nos encomendó y que ahora es el empeño de
nuestros misioneros diocesanos.
Un saludo cordial en Cristo
Jesús.