Por Fermín Rodriguez Campoamor SJ
El P.ANTONIO
PIO BRIONES GARCIA DE MATEOS S.J. nació en La Solana (Ciudad Real) el 5
de Mayo de 1923, hace justamente 90 años. Esta carta quiere servir en su cumpleaños de modesto reconocimiento y homenaje a toda su
larga vida de misionero.
Hace no muchos días visité al Padre Briones en la habitación
de su residencia que lo acoge aquí en Lima y conversé ampliamente con él.
Después de los primeros saludos llegamos en conversación rápidamente a La Mancha y a su personaje
universal Don Quijote siempre cabalgando los campos de Montiel junto a Sancho
tras algún hermoso imposible. El P.
Antonio, tan manchego y quijote, ya sólo puede cabalgar sobre una silla de
ruedas conducido por otro, desde su habitación
a la capilla, y de ésta al comedor para
regresar a la primera. Así el amanecer de todos los días. Sin embargo, enjuto,
erguido y esbelto sobre su Rocinante luce todavía, como si lo
llevara en la sangre, todo el aspecto caballeresco de un veterano hidalgo de la Mancha sin escudo ni lanza pero con una boina
negra por yelmo con la que se cubre cada mañana devotamente al salir del templo
después de haber asistido, en primera
fila, con total concentración, a la Santa Misa.
A partir de ese momento, una vez cumplido
como buen cristiano con el Señor, coronado ya con su boina, está dispuesto a
dejarse llevar por cualquiera hasta el comedor cercano para desayunar. No es el único que cabalga sobre ruedas en esta residencia de piadosos ancianos
y enfermos pero ninguno lo hace con más aire de quijote. Después del desayuno
el P. Antonio cabalga rápidamente a su habitación como a su casa de La Solana donde le espera la Radio María como una
hermana mayor que le arranca la hoja del calendario y le lee las virtudes y
hazañas del quijote –o la dulcinea- espiritual de cada día.
Después ancha es la mañana, como La Mancha , y siempre abierta a
cualquier visitante que, si es nuevo y trae tiempo para conversar, no tardará
en recibir una erudita disertación esotérica sobre el verdadero significado de ”La Mancha ”.
Ahora se ha resignado ya pacientemente, y de
por vida, a sus dos grandes últimas limitaciones: el caminar y la vista. Así
sólo se atreve a moverse dentro de su habitación buscando lentamente sus puntos
de apoyo; pero fuera de ella no puede prescindir de la silla de ruedas y su acompañante.
Igualmente por su ceguera hace meses que ha renunciado totalmente a leer y
escribir. En sus estanterías ya no se ve
ni un solo libro, y sobre su mesa y
dentro de sus cajones, ni un solo cuaderno o impreso. Toda su papelería entra
holgadamente en un antiguo pequeño maletín de cueros retorcidos que debió ser
el primero que usó como estudiante de bachillerato para viajar a Ciudad Real. Dentro
de él, viejas cartas familiares con alguna fotos y estampas más varias fotocopias de lo que él llama, con humor, su
“compendio de catequesis” donde resume los
principales temas de la catequesis que
sembró incansablemente por los caseríos de Jaén y la cuenca del Marañón. Lo más
destacable y actual dentro de su entrañable maletín de bachiller son varios
ejemplares de dos revistas manchegas, las únicas a las que está suscrito: SUR Y
SAL, de esa Delegación Diocesana de Misiones, y LA
GACETA DE LA SOLANA , que al P. Antonio tanto
le gustaba antes leer y, ahora, escuchar leer.
EN LA SOLANA. EL PEQUEÑO DE LA CASA.
El P.
Antonio Pío es el menor de los nueve hijos de DON
ANTONIO BRIONES Y GONZÁLEZ BARRERA, y de DOÑA MARÍA JOSEFA GARCÍA DE MATEOS
XIMÉNEZ naturales de La
Solana. Él, abogado “completamente altruista” y juez
municipal; ella, heredera de la finca “El Tercero” cuyos viñedos produjeron el
mejor vino de la Mancha ,
en opinión del pequeño de la casa, pues gracias a ellos se pudieron costear sus
estudios superiores eclesiásticos en Granada en la facultad de Teología de los
jesuitas.
El primogénito de aquel feliz y cristiano matrimonio se llamó Antonio
y murió a los siete meses. No volvió a nacer ningún otro varón más que en el
último nacimiento al que pusieron el mismo nombre del primero fallecido; así el
P.Antonio se libró de llamarse Ambrosio
–nombre del abuelo- que le correspondería si viviesen los dos hermanos. El
resto de los hijos fueron siete hermanas, a saber: María Catalina, Maria del Pilar, Rosario, Petra, María Josefa, María
Lourdes y María Concepción. Sólo la menor no se casó y de las seis casadas
tres lo hicieron con tres hermanos. Todas
fueron mujeres muy cristianas y piadosas. El señor juez de la Solana había asumido
personalmente la responsabilidad de enseñar el Padrenuestro tanto a su pequeño
varón como a cada una de sus hermanas
mayores. El fruto más notable de aquella educación fue la vocación del único
varón y posteriormente sus dos nietos
sacerdotes: Don Antonio Campillo
Briones, capellán castrense en grado de coronel que fue párroco en la
parroquia de San Isidro de Madrid y hoy vive en Albacete, y Don Vicente Morales Briones, párroco en
Chile. El P. Antonio está orgulloso de ser solanero pero se siente obligado a
precisar que también es madrileño porque en la capital de España ”volvió a
nacer” el año 1936 a
sus trece años bajo los escombros de una
casa bombardeada en pleno frente de Madrid en el barrio de Argüelles. ”Aquello
fue un milagro de la Virgen ,
pues la bomba explotó a una cuarta”, dice extendiendo al máximo su mano
derecha. Hacía poco que se habían trasladado a la capital de España con ánimo
de establecerse, pero la guerra les obligó a regresar a La Solana y Antonio Pío
reanudó en Ciudad Real el bachillerato iniciado en el Colegio de los Agustinos
de Madrid. Al terminarlo, ingresó en el Seminario Diocesano para comenzar su
carrera eclesiástica que concluiría en Granada.
EL
JOVEN SACERDOTE
Fue ordenado sacerdote por el Obispo Emeterio
Echeverría Barrena el 27 de Agosto de
1948. Tenía 25 años cuando comenzó su sacerdocio y lo ejerció pastoralmente
en tres parroquias de La Mancha de cuyos nombres se recuerda con mucha viveza y cariño. La primera, Ruidera,
famosa por sus 17 lagunas. Luego fue nombrado vicario parroquial y capellán
de las Madres Mercedarias en Miguelturra. Y finalmente pastoreó a
los fieles de Albadalejo.
Confiesa
ahora que, en aquellos primeros años de su sacerdocio, alimentaba la gran
ilusión de llegar a ser nombrado párroco de Argamasilla del Alba para
establecerse allí por siempre; pero se encontraba totalmente ciego para poder
adivinarse como un misionero manchego caminando de pueblo en pueblo con una
pobre sotana a orillas del Marañón tan
lejos de Argamasilla de Alba.
EL
MISIONERO JESUITA
A pesar de la ilusión y la devoción con que
vivió sus primeros años sacerdotales en sus tres primeras parroquias manchegas,
algo iba creciendo en el joven Don Antonio que le exigía una mayor entrega al
servicio del Señor en los más pobres y necesitados de atención sacerdotal para
llevarles el evangelio y educarles en la fe cristiana. Llegó a entender que
Dios le estaba pidiendo una mayor generosidad
para abandonar su parroquia, su
tierra única e incomparable y su querida familia. El fallecimiento de sus
padres acrecentó su disponibilidad para asumir una vida de misionero en
cualquier lugar del mundo.
A
los tres años de su ordenación,
recién saboreado su primer
sacerdocio manchego, decide hacerse misionero y entregar su vida hasta el
martirio si fuese necesario entre los más pobres y necesitados donde quiera que
fuese. Para mejor realizar su nueva vocación eligió, sin dudarlo, la Compañía de Jesús que conoció en Granada en sus años de
estudiante de teología.
Su
sueño se hizo rápidamente realidad: El 14
de Agosto de 1952, a los 29 años de edad ingresó en el noviciado de los
jesuitas de Aranjuez donde figuran en el catálogo de aquel año 44 novicios escolares. Y al año siguiente, en
1953, antes de finalizar los dos años del noviciado, se incorporó a una
expedición de 6 jesuitas destinados a la misión del Perú. La formaban 2 Padres
y 4 novicios.
Etapa en Perú