Hna. Antonia Sánchez Morocho, misionera comboniana en Uganda. ¡No te pierdas este testimonio!.
“El hombre (la mujer) de nuestro tiempo necesita una luz fuerte que ilumine su camino y que sólo el encuentro con Cristo puede darle.”
“El hombre (la mujer) de nuestro tiempo necesita una luz fuerte que ilumine su camino y que sólo el encuentro con Cristo puede darle.”
Empiezo mi testimonio misionero con estas
palabras del mensaje del Papa Francisco para la Jornada Misionera Mundial de
este año porque mi servicio misionero en Uganda desde Enero de este año se
ajusta a estas palabras como “anillo al dedo.”
Ya pasó para mí el tiempo de la actividad
misionera de primera línea, por llamarla así. En mis 25 años en Africa, 13 en Uganda,
12 en Mozambique, he vivido mi vocación misionera a tope, en el campo de la
educación de jóvenes, formación de catequistas, animadores de comunidades
cristianas y formación de seminaristas y religiosas de las Iglesias locales.
Ahora me encuentro en un Centro de Espiritualidad
cerca de Kampala, capital de Uganda. ¿Y que hago aquí? ¿No debería una
misionera estar por ahí fuera anunciando el Evangelio? Como digo mas arriba,
eso es lo que he tratado de hacer por muchos años, ahora mi anuncio del
Evangelio toma una forma mas “calladita” pero creo que no por eso menos eficaz.
Y aquí entran las palabras del Papa. Promover, facilitar ese encuentro con
Cristo que ilumina “con luz fuerte” el camino de las personas es mi misión
ahora. En este centro, llamado “St. Daniel Comboni Retreat Centre” coordino y
organizo, junto con mi comunidad,
Ejercicios Espirituales y laboratorios de
formación espiritual y humana para sacerdotes, religiosas/os y seglares. Acuden
al Centro personas de todas las edades y el testimonio de la experiencia es
asombroso. Algunas frases que escuchamos cuando acaban los Ejercicios: “Me voy
una persona diferente de la que vine; Cristo ha dado un nuevo rumbo a mi vida”;
“En estos dias la Palabra de Dios me ha llegado al corazón”; “Veo mi vida y mi futuro
con una luz diferente”...
Oir estas
palabras y ver las caras radiantes de felicidad de estas personas confirma, sin
lugar a dudas, que el encuetro personal con Cristo es la unica experiencia que
ilumina nuestro peregrinar en este mundo y da sentido a toda nuestra
experiencia humana y cristiana.