

Nuestros 95 misioneros repartidos por toda la geografía han tenido su pequeña reseña y oración. Agradecemos su trabajo, evangelización y alegría; nos despedimos con la misma oración con la que comenzamos.

Acudimos a ti, Madre de la Iglesia.
Haz que los hombres y mujeres
sepan percibir también hoy
esta voz de tu Hijo: “¡Sígueme!”.
Haz que encuentren la fuerza
para dejar a sus familias,sus ocupaciones y sus esperanzas terrenas,
y que sigan a Cristo por el camino que Él ha señalado.
Extiende tu mano materna sobre los misioneros
presentes por todo el mundo,
sobre los religiosos y religiosas, laicos y laicas, matrimonios...
que asisten a los ancianos,enfermos, disminuidos, y huérfanos;
sobre todos los que están comprometidos en la enseñanza;
sobre los miembros de los institutos seculares,
fermentos silenciosos de obras buenas;
sobre quienes en la clausura viven de fe y amor
y oran por la salvación del mundo.