José Adolfo Sanchez Pintor y Milenka Laurel. Misioneros de OCASHA en Bolivia.
Somos una familia misionera de Fuente el Fresno, estamos de misión en El
Alto, una ciudad de Bolivia, colaboramos en la parroquia Santa María Madre de
los Pobres, la parroquia tiene cuatro centros parroquiales (capillas o
iglesias), nosotros vivimos en la capilla Virgen del Carmen, la más alejada del
centro de la parroquia.
Hemos abierto un centro juvenil, donde vienen alrededor de 40 niños y
jóvenes, muchos de ellos además se preparar para el bautismo, primera comunión
y confirmación. En el barrio, no hay ningún lugar donde los niños puedan
divertirse sanamente (no hay parques, ni zonas deportivas), el barrio carece de
muchos servicios básicos, y las familias cuentan con serios problemas:
(desestructuración, malos tratos, alcoholismo, pobreza…). En definitiva, los
niños, niñas, adolescentes y jóvenes no cuentan con una adecuada red de apoyo
(ni social, ni familiar).
La zona donde se encuentra el centro juvenil, es una zona esencialmente
inmigrante, (familias provienen de zonas rurales), esto hace que los niños y
jóvenes, sufran el choque cultural (campo-ciudad), la pérdida de valores, el
sentimiento de marginalidad y la pobreza, lo que los colocan en una situación
de vulnerabilidad social. Podríamos decir que los niños están en riesgo social,
porque tienen un déficit importante en sus necesidades básicas, en un momento
importante de su desarrollo (materiales, de alimentación, de estímulos, de
afectos, etc.) situándolos en estado de “abandono” o desamparo.
La experiencia con los niños y jóvenes que llegan al centro, es que
muchos de ellos, comparten determinadas características:
Tienen problemas de
comportamiento, y dificultades para relaciones interpersonales.
Autoestima muy baja.
Proceden de familias
desestructuradas con muy bajos niveles socioculturales y económicos.
En la escuela, su nivel es
medio-bajo.
No cuentan con modelos de
comportamiento adecuados (familiar, social).
Han sido “educados” en la
calle, con roles sociales agresivos.
Viven experiencias de
consumo de alcohol, malos tratos, agresiones sexuales...
Deben ocuparse de las
tareas domésticas: hacer la comida, cuidar a sus hermanos pequeños, aseo de la
casa. Sobre todo las mujeres.
Ayudan a sus padres en el trabajo
(principalmente vendedores ambulantes en ferias).
Hemos observado un buen porcentaje de
niños y jóvenes que “viven en la calle”, si bien cuentan con techo y
alimentación (aunque en condiciones precarias), sufren el descuido de sus
padres o cuidadores (por trabajar durante muchas horas fuera del hogar, por
alcoholismo, por malos tratos, etc.).
En el centro juvenil y la capilla seguimos a Jesús intentando que a pesar
de todas las dificultades, sonrían. Ellos a pesar de todas las dificultades,
sonríen a la vida con mucha esperanza en el futuro. La capilla y el centro
juvenil es un lugar donde no hay violencia, donde no hay gritos, donde se nos
tratamos con cariño y donde pueden jugar con otros niños de su edad. Todos
juntos vamos descubriendo en Jesús, en su mensaje, un ejemplo a seguir en su
día a día, intentando vivir los valores de Jesús en el trato con sus amigos, en
la escuela, en su familia y allá donde vayan.
Pero… ¿Cómo siguen ellos a Jesús?, ellos
mismos nos lo cuentan:
Madai: “Si Jesús me dijera “sígueme” yo
aceptaría sin dudarlo, ya que sería un privilegio seguirlo. Yo sigo a Jesús
viniendo a la iglesia y aprendiendo más sobre su palabra. Leyendo la Biblia, y siendo
catequista para transmitir a niños y jóvenes lo que a mí me transmitieron y me
ayudó en mi vida. Formando una familia en la capilla”.
Adriana (10años): ¿Qué haría si Jesús me dijera
sígueme?, Yo aceptaría, le diría que me agarre de la mano y voy junto a él, y
así vayamos juntos por todo el mundo haciendo una columna de más de mil personas,
invitando a más amigos que nos sigan hasta llegar a ser dos mil, tres mil,
cuatro mil… personas. Hasta conseguir que todo el mundo vaya detrás de Jesús,
para aprender los valores que practicó en su vida.
Lidia (9 años): Sigo a Jesús leyendo la Biblia
todos los días, escuchando las misas, rezando y viniendo a la iglesia. También
haciendo lo que Jesús nos enseña, no mintiendo a mis padres, siendo sincera con
todo el mundo y respetando a todos, sean
mayores o menores. Invitando a mis amigos a seguir a Jesús.
Ruth: Yo sigo a Jesús, intentando ser como
él, tratando a todos por igual, sin importar el color, la raza, porque Él no
hace distinción, y mira a cada persona igual. Ayudando a quien me necesita.
María
Belén (9 años): Yo sigo
a Jesús, leyendo y viendo y escuchando sus parábolas. Viniendo a la iglesia y
escuchando la misa y el evangelio, y orando con la oración que él nos enseñó.
Aprendiendo más sobre su vida y escuchando sus valores y practicándolos en casa
y en todo lugar.
Ghilda (8 años): Yo sigo a Jesús leyendo la Biblia
todas las mañanas y antes de dormir. Rezando antes de comer, agradeciendo a
Diosito por la comida que nos da y rezando antes de salir a la calle para que
me cuide. Viniendo a la misa y a la iglesia. Y en la iglesia compartiendo con
mis amigos.