Antonia Sánchez Morocho. Misionera Comboniana en Uganda.
"Sigue su huella" es una invitación para cada uno de nosotros que nos llamamos “cristianos” o sea, seguidores de Jesucristo. Pero, podemos preguntarnos: ¿Dónde encontrar esa huella de Jesús? Naturalmente la respuesta la encontramos en el Evangelio donde se nos dice todo (o casi todo) lo que hizo y dijo Jesús. Pero hoy me gustaría considerar con vosotros una frase muy cortita de S. Pedro que encontramos en el libro de los Hechos de los Apóstoles. “Él, (Jesús) pasó haciendo el bien…” (Hech. 10, 38).
“Pasó haciendo el bien” Creo que esa es la huella de
Jesús que estamos llamados a seguir: pasar haciendo el bien. Qué bonito sería,
al menos a mí me gustaría que cuando haya dejado este mundo, quien me haya
conocido pudiera decir de mí, “pasó haciendo el bien” como Jesús. Y me
pregunto: ¿cómo puedo yo pasar por esta vida haciendo el bien? Yo no hago
milagros No he hecho ninguno en toda mi vida, o quizás sí, algún milagro
chiquitín que he venido a saber muchos años después de que ocurriera. Una
religiosa con la que viví por unos años, siendo yo joven, la volví a encontrar
ella ya muy anciana. Se había olvidado
de mi nombre pero me dijo: “tú eres la que me enseñó a rezar sin libro”. (Ella
cuando rezaba siempre tenía que leer las oraciones del libro.) Había aprendido a
orar sin libro, con el corazón. Eso no se le había olvidado.
En mis tiempos mozos de misionera en Uganda fui profesora
de Educación Cristiana en un Instituto para chicas. Algunos años después de
dejar esta institución recibí una carta de una de mis antiguas alumnas en la
que me contaba algo de su historia. Siendo estudiante universitaria se quedó
embarazada. Le aconsejaron que abortara para poder seguir sus estudios, ella se
negó rotundamente. Me decía en su carta: “Mi hijo vive gracias a lo que tú me
enseñaste: ‘la vida de un ser humano es sagrada y solo Dios que la da, la puede
quitar’.”
Seguro que todos hemos conocido personas que pasan
haciendo el bien de manera sencilla, sin hacer ruido, pero haciendo que los que
están a su alrededor se sientan a gusto porque se saben aceptados y amados así
como son. Personas que saben captar cuando alguien está triste o preocupado y
saben decir una palabra de consuelo, saben dar ánimos a quien se siente
abatido. Personas que saben renunciar a algún placer, legítimo, como puede ser
un día de descanso, salir con amigos, ver una buena película, etc. para ir a
visitar a un enfermo o a una anciana que está sola y que quizá se siente
abandonada. Personas que son “manitas” y que saben arreglar cosas y se ofrecen
en la parroquia o en el pueblo para ayudar a quien lo necesite. Personas que
saben “escuchar” ¡Ay!, cuanto necesitamos hoy de estas personas que nos
escuchan con interés, con paciencia, que nos muestran su cariño con un abrazo o
una simple palmadita en la espalda.. Todos necesitamos compartir penas y
alegrías. Para las alegrías quizá encontremos fácilmente quien nos escuche,
para las penas no tanto, pero cuanto bien nos hace compartirlas con alguien.
Seguir la huella de Jesús, haciendo el bien. Y esto en un
mundo como el nuestro donde parece, a juzgar por lo que vemos y oímos en algunos
medios de comunicación, que el mal prevalece sobre todo: guerras, corrupción,
atentados, robos, mentiras… No, nosotros los que andamos tras las huellas de
Cristo no podemos permitir que el mal lleve las de ganar. Cristo nos llama, nos
urge a que lo sigamos haciendo el bien en este mundo, nos pide que seamos
valientes, que nos enfrentemos al mal con el bien cueste lo que cueste. Quizás alguien nos tome el pelo, se rían de
nosotros, y ¿qué? Que lo hagan. Nosotros vamos por el camino que Jesús nos ha
trazado, seguimos sus huellas que nos llevan por el camino de la Vida, esa Vida
en abundancia que Él vino a traernos.
Un abrazo desde Uganda,