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17/06/2011

CREER EN LA PROVIDENCIA

Pablo Muñoz Sánchez Herrera.
Verbum Dei
Cordiales saludos a todos desde La Perla del Sol de Oriente, Manila. Como ya os conté en mi última carta este es mi destino ahora. Después de pasar 8 años en Cebú, el Señor me trajo por estos lares Manileños el año pasado para ayudar en la Formación de 6 postulantes que teníamos y, con la gracia de Dios, como dijo Jesús en su oración en Juan 17; “Ninguno se ha perdido” todos han dado el paso al Noviciado. Muchísimas gracias por vuestras oraciones. Ahora el Señor me ha preparado otro tiempo de gracia en el que me pasaré unos 2 años estudiando, haciendo la Licenciatura en Teología Bíblica, en los Jesuitas de Manila. Bueno, esto es sólo un poco de repaso de por dónde ando pero no es el centro de lo que os quiero contar en esta carta.
Sé que es el día del Misionero Diocesano y, orando sobre ello y dándole vueltas a la cabeza sobre cuál podría ser el mensaje que os podría transmitir en esta carta, quiero dedicar esta carta el tema de la vivencia de la Providencia en la vida misionera.
Creo que uno de los mayores retos cuando el Señor nos llama a ser misioneros es creer realmente en la Providencia, creer que si Él me llama, Él me cuidará hasta el final y que no se la va a escapar ni un solo detalle de todas las cosas que necesitamos cuando nos decidimos a servirle en la Misión. Dios no es sólo Padre, ¡¡DIOS ES UN PADRAZO!!!
En mis 16 años de vida misionera os puedo asegurar que Jesús siempre ha cumplido sus promesas, como cuando le preguntó a los discípulos: “¿Cuándo os mandé sin dinero… os faltó algo? Nada Señor” Pues así es Dios con los misioneros, dejamos nuestra casa y el Señor nos da más de 100 por 1, dejamos nuestra familia y el Señor nos da más de 100 por 1, dejamos nuestros planes y el Señor nos inunda con los suyos ¡QUE SON MIL VECES MEJORES!!!! Dejamos nuestra novia y….. el Señor nos da a María nuestra Madre como compañera de camino.
Cuando estuve en España durante mi formación por 7 años nunca comprábamos la comida. Íbamos a los mercados a pedir la comida que no habían vendido y que estaba a punto de echarse a perder; frutas, verduras, carne, pescado…. Pan….. ¡¡¡Todo!!! Luego dependía de la pericia del cocinero misionero el que la comida supiera bien.
Respecto a la ropa toda era donada; alguno que se había muerto por aquí o ropa que le sobraba a alguien por allá, en fin, siempre en abundancia, no siempre de mi gusto pero eso también me enseñó el Señor. Me enseñó que a Él sí que le gusta la ropa que llevaba porque me la había dado él. Y si a Él le gustaba, pues ¿qué más podía pedir?
Aquí en Filipinas no podemos pedir la comida porque hay muchísima gente en más necesidad que nosotros, así que el Señor nos provee el dinero para que podamos comprar la comida que necesitamos para estar en buena salud y poder servirle. Pero respecto a la ropa pues son ya 16 años en los que nunca me he comprado nada y nunca me ha faltado nada.
Pero la mayor experiencia de Providencia la he experimentado en la parte espiritual. Cada día el Señor me ha dado el pan que necesitaba, esa Palabra de aliento, esa Palabra purificadora, esa Palabra reconstructora…. Cada día, cada mañana, el Señor me ha abierto el oído para alimentar mi corazón a través de su Palabra. ¡Y no cansa! ¡Y Él no se cansa! Como una madre que se levanta temprano cada día a preparar el desayuno para su familia, así es nuestro Dios. Puedes confiarle toda tu vida a Él con la confianza ciega de que nunca faltara nada que de verdad sea necesario.
¿Qué es una vida misionera? Es una vida que se abandona alegremente en la Providencia infinita de nuestro Dios al que nadie gana en generosidad. Cuanto más damos más recibimos. Pues no le des poco. Dáselo todo y Él te lo dará todo también. Nadie sale perdiendo, todos salimos ganando. ¡FELIZ DÍA DEL MISIONERO DIOCESANO A TODOS!.