Jóvenes creyentes, firmes en la fe, discípulos de Jesucristo Resucitado, testigos del Evangelio, viviendo el espíritu de las bienaventuranzas.
Jóvenes con sentido de Iglesia, miembros responsables de su comunidad cristiana, en comunión con sus pastores y hermanos.
Viven el espíritu universal, y la solidaridad con los pobres, preferidos del Señor Jesús.
Sienten la urgencia de la misión, porque millones de hombres no conocen aún la Buena Noticia del amor de Dios Padre ni forman parte de la gran familia de los hijos de Dios.
Llamados a anunciar el evangelio a todos los hombres, a denunciar las injusticias, y a construir el Reino del amor.
Con espíritu realista y esperanzado, viviendo la alegría del compartir, coherentes en su propia vida, y en diálogo y comunión con todos los hombres de buena voluntad.
Jóvenes animadores del ineludible compromiso misionero de sus propias comunidades.
Jóvenes voluntarios que gastan sus vacaciones con los niños de Guatemala que necesitan apoyo escolar.
Jóvenes que dedican unos años o toda la vida a compartir su ser y su quehacer, su existencia, con quienes más lo necesitan, casi siempre lejos de nuestro mundo materialista y cómodo, con el gozo de quien disfruta e irradia el amor de Dios, y va construyendo su Reino.
Jóvenes para la Misión.