Perú.
"Ha llegado el momento de reconocer los signos de los tiempos y de aprovechar las oportunidades para mirar lejos". (Juan XXIII)
Queridos
amigos-as:
Saludos
desde Lima, en el hemisferio sur, comenzando el invierno a un ritmo acelerado
de trabajo para sacar adelante los deseos y los proyectos del 2012. Se está poniendo cuesta arriba.
Para
quienes no me conocen o no lo recuerdan, soy Glafira, natural de Campo de
Criptana, Ciudad Real. Desde el 2002 trabajo en el Instituto Bartolomé de las
Casas-Lima. Una organización, a nivel nacional, que acompaña procesos de
formación de los agentes pastorales -laicos-as, religiosas-os, sacerdotes - que
acompañan experiencias de fe en sus comunidades, parroquias y/o movimientos. Juntos
y juntas construimos y compartimos espacios para una lectura crítica de la
realidad a la luz de la Palabra
de Dios, desde la dimensión social de la fe, en perspectiva de opción
preferencial por los pobres.
Como
dice un compañero de trabajo, a nosotros, la realidad nos pone la agenda, nos
marca el temario, los temas de conversación y reflexión, nuestro compromiso
personal.Y este comentario me recuerda a otro, parecido, dicho por Juan XXIII a
las puertas del Concilio Vaticano II, el acontecimiento eclesial más importante
del siglo XX, del que celebramos el 50 aniversario y del que todavía no hemos
sacado todas las consecuencias. En su diario se recoge: “No es el evangelio el que cambia, somos nosotros que comenzamos a
comprenderlo mejor. Ha llegado el momento de reconocer los signos de los
tiempos y de aprovechar las oportunidades para mirar lejos”.
En
esta oportunidad les comparto un “ejemplo práctico” de actualización de la Palabra de Dios, de
reconocimiento de los signos que están desafiando nuestro anuncio y nuestras
prácticas, de mirar más lejos del presente para abrir caminos a la vida. En
este ejemplo los protagonistas son los agentes pastorales con quienes tengo la
oportunidad de renovar y reforzar mi seguimiento a Jesús. Oportunidad por la
que doy gracias a Dios. Su testimonio de vida me anima porque si muchos son los
desafíos, mucha es también su calidad personal y su compromiso evangélico.
Quienes
sigan esta publicación, recordarán que ya en 2008, con motivo de los trágicos
sucesos del “Baguazo”, se levantaron voces exigiendo reformas en la política de
concesiones mineras. Por ejemplo, se ha conseguido la promulgación de una Ley
que garantice la consulta a las poblaciones afectadas y un diálogo transparente
para un desarrollo sostenible. Un gran avance pero insuficiente. Cuatro años
después el Perú está inmerso en una “oleada” de conflictos, en distintas zonas,
con un mismo denominador: poblaciones enteras no son tratadas con respeto por
las autoridades. La
Defensoría del Pueblo, en su reporte de abril, da cuenta de
173 conflictos activos y 72 conflictos latentes en el país. De los cuales, solo
71 están siendo tratados mediante procesos de diálogo.
Como hace cuatro años, la mayoría de los
conflictos están relacionados con las concesiones territoriales que el Estado
otorga a empresas que realizan actividades extractivas (mineras y petroleras),
sin previa consulta a las comunidades y sin previo estudio de impacto ambiental.
En la actualidad se registran más de 111 acciones colectivas de protesta, que
no en pocas ocasiones terminan en enfrentamientos de la población con las
llamadas fuerzas del orden. Cajamarca y Espinar son los dos últimos ejemplos.
En
cada lugar, los agentes pastorales se encuentran ante el desafío de anunciar la Buena Noticia en
medio de esa realidad. También pueden optar por mirar hacia otro lado pero no
lo hacen; podrían justificarse alegando responsabilidades familiares, economía
precaria, la urgencia de subsistir, pero no lo hacen. Están. Y permanecen. Y se
apoyan, se sostienen porque se creen, viven y hacen suyas las palabras de Jesús: He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia (Jn 10,
10); porque asumen con madurez e iniciativa su ser agentes de pastoral, en
comunión con el magisterio. Los obispos del continente denunciaron,
proféticamente, en 2007 que “La riqueza natural de América Latina experimenta
hoy una explotación irracional que va
dejando una estela de dilapidación, e incluso de muerte, por toda nuestra
región. En todo ese proceso tiene una enorme responsabilidad el actual modelo
económico que privilegia el desmedido afán por la riqueza, por encima de la
vida de las personas y los pueblos y del respeto racional de la naturaleza”
(Aparecida, 473). También nos
ofrecieron algunas líneas de acción (Aparecida 474c): buscar un modelo de
desarrollo alternativo, integral y solidario, que supere la lógica utilitarista
e individualista y alentar a nuestros campesinos a que se organicen de tal
manera que puedan lograr su justo reclamo”.
Varones
y mujeres hablan de la fe que profesan con sus vidas y, como María, responden
al llamado de Dios, haciendo de su vida cotidiana un canto de alabanza,
justicia y liberación (Lc 1, 46-56). Su testimonio me desafía a preguntarme ¿de
qué habla mi vida?.
Les
mando un cariñoso saludo desde estas acogedoras y desafiantes tierras.