Diario La Tribuna de Ciudad Real
Ciudad
Real acoge, desde el pasado 10 de agosto, la XIX Escuela Misionera
de Verano en La Huerta
de Carmela, un evento que ha sido organizado y convocado por la Delegación Diocesana
de Misiones de Ciudad Real y que está dirigido a personas interesadas en compartir
una experiencia de convivencia y formación, a responsables de la iniciación
cristiana de niños o jóvenes y a chicos confirmados que buscan un hueco en la
tarea pastoral de la
Iglesia.
La actividad ha contado este año con un total de
25 personas, aunque algunas han tenido que abandonar antes el encuentro por
motivos de trabajo. Algunos de los participantes son misioneros y otros «llevan
viniendo desde el principio y ya se han casado y tienen familia, por ello les
invitamos a que vengan con los niños».
Según el delegado, aunque los grupos de misiones
se ofrecen tanto a mayores como a niños confirmados a partir de 16 o17 años, en
este curso no han participado menores. Por otro lado, no hay límite de edad
para participar en la escuela porque «personas de 80 años pueden sentirse
jóvenes», añadió.
«Se trata de encontrarnos y de darnos un tiempo
de convivencia y formación», comentó Damián. Cada año se toca un tema diferente
en torno al cual se desarrolla la semana. Este año se ha basado en la identidad
misionera de los cristianos, en otras jornadas la Biblia , la solidaridad, los
derechos humanos o el voluntariado, han sido los temas protagonistas.
Para organizar esta iniciativa, «nos repartimos
los temas, preparamos las reflexiones, cada uno en su parroquia se lo 'curra'
muy bien y luego, algún componente del grupo lo expone», explicó el delegado, aunque
algunas veces invitan a gente para que cuente su experiencia personal.
Damián comentó que la gente repite en esta
escuela de misiones porque «la misión es algo que te atrae y contagia y que
quieres contagiar a los demás».
La misión. Gaetan Kabasha, misionero natural de Ruanda, visitó
ayer la escuela de misiones de verano con el objetivo de contar sus
experiencias, acompañarles y que no se desanimen, «porque están haciendo una
obra grande».
Gaetan comentó que cuando sintió la llamada de
ser sacerdote no sintió la de ser misionero, pero cuando estalló el genocidio
en Ruanda tuvo que huir a otro país y así empezó su labor como misionero, desde
entonces sólo ha estado como tal en una parroquia de la República
Centroafricana.
La
vida de un misionero es difícil porque conlleva muchos peligros estar en sitios
con rebeliones”, comentó, pero también explicó que es “muy gratificante” cuando
se ve la alegría y el reconocimiento de la gente y “te das cuenta de que vales
para algo”.
Según
Kabasha hay muchas maneras de ser misionero, no solo como tal, si no con los
actos de la vida diaria.