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16/10/2013

EN EL DOMUND, AYUDA A LOS MISIONEROS.

Soy Felicidad Ruiz Muñoz, natural del pueblo de Membrilla (Ciudad Real).  Un día, ya muy lejano, sentí la llamada a la Vida Religiosa e  ingresé en la Congregación de Adoratrices.


Después de unos años de formación fui enviada a Japón como misionera, donde permanecí 33 años. Este país  fue para mí un mundo realmente desconocido y nuevo.  Tiene arraigadas en su tradición las  grandes y fuertes religiones del Sintoísmo y Budismo y los cristianos son una minoría. Esto quiere decir que la labor evangelizadora ha de ser de mucho respeto mutuo, tratando de ser un buen testimonio de la religión que profesamos, sin imponerla.

Desde el 1999, debido a mi trabajo,  tuve ocasión de visitar las casas y centros  que tenemos por toda la geografía,  en  cuatro continentes y  varios países. Fue una  hermosa y rica experiencia,  que me han enriquecido grandemente y han ampliado mis horizontes y ensanchado mi corazón. Me impactaron de una forma especial los países más pobres, como Bolivia, Perú, Ecuador, República Dominicana, India, Camboya, etc.  Después de vivir tantos años en Japón, me encontré con realidades nuevas. Me impresionó la piedad de estos pueblos, su tono festivo expresado en su rico y variado folklore y gran hospitalidad. Formulan sus oraciones con tal fuerza,  que el Señor no podrá por menos de  “oír los gritos de su pueblo”. Pueblos no pobres, sino empobrecidos. Ricos y lindos en su naturaleza y su gente pero cada vez más explotados y marginados. En estos lugares, los misioneros realizan una importante misión humanitaria y evangelizadora.


Ante esta realidad, me pregunto: Que nos dice a nosotros, los occidentales? Materialmente nos podemos considerar privilegiados, teniendo todas las necesidades  básicas cubiertas, pero gozamos de la alegría que vemos en  esa gente que se conforma y es feliz con lo poquito que tiene y eso lo sabe compartir? No nos habremos olvidado de los valores fundamentales y los hemos cambiado por un bienestar y consumismo que  nos lleva al egoísmo, violencia, tristeza y depresión?

Ante el día del Domund, la Iglesia nos invita a  no encerrarnos en nosotros mismos y a pensar en los demás. Aportemos cada uno/a lo poquito que podamos, con nuestra oración y ayuda material, para que todos puedan vivir con dignidad humana.


Agradezco al Señor mi vocación misionera, que me ha hecho muy feliz y he recibido de ella más que he dado.