Impactantes testimonios del agustino José Luis Garayoa y el salesiano
Agustín Cuevas
"Si en una
aldea se multiplican los infectados, aíslan la aldea, dejan morir a todos, y
luego incineran el lugar"
(Jesús Bastante, Periodista digital)
Es
un virus que mata, y mucho. Y que se ceba con los más pobres, con los
abandonados. También con losmisioneros y cooperantes que deciden, con libertad y
en muchos casos por opción evangélica, permanecer a su lado, como hemos visto
en el caso del hermano de San Juan de Dios Miguel Pajares, infectado por el ébola, y en las religiosas que han tenido que quedarse
en Liberia.
"Sabemos que él hubiera preferido quedarse, pero permanecer allí infectado es
casi una condena", resumen algunos familiares del religioso,
quienes agradecen su repatriación, pero lamentan que no se haya hecho lo mismo
con sus compañeros sin pasaporte español.
Muchos otros, en cambio, continúan
trabajando, y denunciando, la situación de los más pobres en los rincones más
olvidados. "De repente, miramos hacia África porque nos da miedo que nos
contagien el ébola. Normalmente no iramos, porque el hambre no se contagia",
denuncia, desde Roma, un religioso español. El Papa sigue de cerca esta crisis pero ha
preferido no intervenir en los procesos de repatriación, muy
delicados, y que dependen de cada país.
Sí hablan los misioneros. Desde el
terreno, y en nuestro país. Uno de ellos es el agustino recoleto José Luis Garayoa, quien escribe desde la misión de
Kamabai, en Sierra Leona. Hace cuatro meses que el misionero alertaba sobre la
situación del ébola en la zona a través de su blog.
"Es cierto que el problema es más serio de cómo nos lo presentan, porque
tampoco es bueno provocar el pánico. Han muerto bastantes en la frontera con Sierra
Leona y el virus ya lo tenemos aquí, en Kambia. También lo tienen en Liberia. Y parece ser que de los 5 tipos
posibles, nos ha tocado el premio gordo, la cepa Zaire, la más mortal. Es la lotería de los pobres".
Las autoridades españolas se pusieron
en contacto con él para que tuviera cuidado. "Lo que pasa es que no me veo
embutido en un traje tipo espacial de la NASA para convivir con mi gente",
explica. "Desde la OMS nos han hablado del protocolo que se sigue en estos
casos: si en una aldea se multiplican los infectados, aíslan la aldea,
dejan morir a todos, y luego incineran el lugar. Parece que eso era algo que sólo se
daba en las películas, pero a pesar de lo duro que suena, sabemos que es así.
Quizás ésa es una de las razones por las que no se puede hablar con detalle de
todo lo que conlleva la aparición de un nuevo brote de ébola".
"No lo he hecho nunca, y ya no
tengo edad para huir. Mis noches se llenarían de pesadillas al sentirme traidor
a mi pueblo. Así que,
con ébola o sin él, no pienso alterar en lo más mínimo mi salida del país que,
si Dios quiere, será la primera semana de septiembre", aclara Garayoa en
su blog.
"Los misioneros no solemos ser nunca los primeros en abandonar el
barco. Tampoco ahora. Si, como dice el Papa Francisco, el pastor
debe de oler a oveja, conviviendo cerquita de ellas, con mucha más razón deberá
estar presente si el lobo las ataca. Solo el asalariado huye cuando ve llegar
el peligro. El buen pastor es el que da la vida por las ovejas. Y eso es amor
que de Jesús de Nazareth aprendí".
Por su parte, el salesiano Agustín Cuevas trabaja
desde hace años en la capital de la azotada, por las infinitas guerras
raciales, religiosas y extremas, República Centroafricana. Ayer estuvo en
Madrid en un acto con Misiones Salesianas,
en el que también habló de la epidemia de ébola. "Está claro que es algo
que está ahí y que puede llegar, ya que ahora mismo sólo tenemos a Camerún como
país en medio, pero es tan grave la situación en Centroafricana que a la gente sólo le preocupa comer y no puede pensar en algo que
para ellos es del exterior".
Aun así, el salesiano reconoce que
"siempre hay que tomar precauciones, ya que por ejemplo la malaria ha
aumentado en los últimos meses, aunque somos misioneros y estamos agradecidos de
poder vivir allí y
ayudar con nuestros medios a los que más lo necesitan".
Sobre las situaciones de peligro que ha
vivido, Agustín Cuevas se mostró tajante: "Estamos allí porque queremos. En diversos momentos de máxima
violencia desde la Embajada nos ofrecieron salir del país y ser repatriados,
pero decidimos quedarnos al lado de la población".
"La situación en Bangui está más o menos tranquila gracias a la
presencia de las fuerzas internacionales, pero el problema está en el resto del
país, que es selva inaccesible, pero la población sigue necesitando comida y
medicamentos", comenta sobre la seguridad que se percibe ahora mismo.