Juan Antonio López Mascuñana. Misionero de OCASHA en República Dominicana.
Este mes viene bajo estos términos y con estos propósitos.
Bautismo y Envío. Lo extraordinario y lo ordinario de ser misionero, de ser
cristiano, ser bautizado y ser enviado. Son dos dones y misiones que recibimos
al mismo tiempo. Dones que implican salir de uno mismo y buscar el encuentro
con los demás. Salir, desde las posibilidades de cada uno, del egoísmo, de la
comodidad, de la seguridad para ponerse al servicio de todos los que están a tu alrededor cercano y distante.
Buscar el encuentro con el otro desde lo más profundo, desde lo más esencial.
Como todos los cristianos yo recibí mi bautizo, era un niño
pequeño, poco recuerdo de él, salvo por las fotos que hay sobre el
acontecimiento. En ese momento recibí el compromiso como hijo de Dios de
difundir la Buena Nueva. Pero fue muchos años después cuando empecé a asimilar parte
del significado de estas dos palabras. Aún hoy sigo desentrañando su sentido.
Después de una humilde experiencia y vida sencilla sigo descubriendo matices
nuevos de ser una persona bautizada y de ser una persona enviada. Y cada uno de
esos matices me hacen sentir lo poco que conocía de todo lo que encerraban
dentro estos conceptos.
Casi a punto de concluir con un período de compromiso
misionero y todavía sin una idea clara de cual será ahora el camino a tomar, me
siento con ilusión por poder finalizar un capítulo y abrir otro dentro de la
certeza de ser una persona bautizada y enviada. Con la seguridad de que lo único
que puedo compartir desde esta realidad es el amor a Dios y al prójimo.