Aureliana Aguirre Rodriguez de Guzman. Misionera Hijas de la Pasión de Jesucristo., en México.
La urgencia misionera se siente
siempre, en el corazón de un cristiano, de una cristiana, pero con motivo del
Mes Misionero Extraordinario que ha convocado el Papa Francisco, se siente aún
más el compromiso de llevar la Buena Nueva a todas las personas.
Estamos en México, una nación
tradicionalmente conocida por su pueblo acogedor, sencillo, amigable,
trabajador… Vivo en la superpoblada Ciudad de México y aquí me cuestiona
especialmente la violencia, la corrupción, el narco, que van infundiendo en la
gente un miedo recíproco, miedo de vivir, miedo de soñar…
Entonces se siente la urgencia de
educar, formar, enseñar, acompañar, a todos y especialmente a los niños,
adolescentes y jóvenes, que por un lado “quisieran devorar el mundo,
transformarlo”, pero al mismo tiempo son manipulados en lo político y en el uso
del tiempo libre y las redes, que para algunos son instrumentos de educación y
para otros elementos de alineación.
Las religiosas Pasionistas tenemos en
México 20 comunidades y en la Ciudad de México 4. Diría que nuestro objetivo se
puede resumir: ser sembradoras de la
paz, artesanas de la paz. Aún en medio de la oscuridad y de la turbulencia,
soñamos que, en nuestros centros parroquiales y nuestras escuelas, los jóvenes se
eduquen para la solidaridad, para la paz, para la austeridad responsable, para el
respeto de la naturaleza, para el cuidado de la fragilidad de los pobres y del
ambiente. También necesitamos educarnos unos a otros.
Nosotras
definimos así nuestra misión en México: “Desde el apasionamiento de Jesús por
el Reino, que lo llevó a entregar su vida, nos dejamos impulsar por el Espíritu
que germina la Resurrección. En comunidad, con creatividad, queremos acompañar
y colaborar con las y los crucificados, hambrientos de pan y de justicia,
empobrecidos y excluidos, para juntos generar procesos de vida abundante.
Son sujetos privilegiados de nuestra
misión: las mujeres crucificadas, los niños, niñas y jóvenes en situación de
riesgo, migrantes e indígenas”.
Las misioneras sentimos nuestra
fragilidad y esto es bueno en cuanto que nos vuelve más hermanas de todos,
aprendices cada día de los valores evangélicos, del estilo de vida de Jesús de
Nazaret, con aciertos y desaciertos, en estos ambientes tan difíciles. Somos
conscientes de las situaciones de pobreza, de aflicción y
Ser sembradoras de paz necesariamente
pasa por el conflicto, requiere esfuerzo, trabajo, discernimiento, denuncia,
hacer visible aquellos que muchos no ven o no quieren ver, por eso como Pasionistas nos “apasionamos” para
que nuestro Dios de paz y amor, sea conocido y seguido. Especialmente
trabajamos pastoralmente con niños-as, adolescentes y jóvenes.
Quiero
terminar con las palabras del Papa a los jóvenes en Christus Vivit:
“Queridos jóvenes, seré feliz
viéndolos correr más rápido que los lentos y temerosos. Corran atraídos por ese
rostro tan amado, que adoramos en la Sagrada Eucaristía y reconocemos en la
carne del hermano sufriente. El Espíritu Santo los empuje en esta carrera hacia
adelante. La Iglesia necesita su entusiasmo, sus intuiciones, su fe. ¡Nos hacen
falta! Y cuando lleguen donde nosotros todavía no hemos llegado, tengan
paciencia para esperarnos” (CV 299).
Gracias, queridos hermanos de mi
diócesis “madre”, gracias lectores de Sur y Sal, por su apoyo y su oración,
desde hace tantos años. Pido al Señor por todos ustedes.