Jose Luis Muñoz Ramirez. Hermanos del Evangelio en Bolivia.
Queridos Paisanos y amigos:
Queridos Paisanos y amigos:
Desde América-Latina
tenemos siempre muchas cosas que compartir y os pido disculpas por no
escribiros más frecuentemente. Ahora sabéis que estamos en “Época Sinodal”. El
domingo próximo, 6 de octubre, comienza el Sínodo sobre la Amazonía, que el Papa
Francisco convocó hace ya dos años, el 15/10/17, en su venida a Suramérica.
No os podéis imaginar
la movida que estamos teniendo todo este tiempo de preparación. Hemos estado
movilizados en su preparación, hombres y mujeres laicos, sacerdotes,
religiosos, obispos etc. Se ha tratado de
implicar a todo el pueblo de Dios: campesinos, indígenas, educadores, gente de
la salud, padres y madres de familia, gente de a pie. También los teólogos y
pastoralistas, lógicamente, y los obispos. Pero no solo este último grupo, que
pudiéramos considerar “los expertos”. Ha
habido una gran cantidad de consultas, para que interviniéramos los más
posibles y lo más posible, y que no se quedara nada vital sin tratar, tanto en
lo pastoral, en lo social, lo económico, en lo educativo, las familias, y que nadie se quedara con la gana de decir
algo y no pudiera decirlo.
De eso se ha estado
tratando, al hacer una trayectoria
sinodal: de caminar juntos. Esto es lo que etimológicamente significa “sínodo”: camino que se hace juntos. El
método aplicado para los trabajos preparatorios ha sido el Ver-Juzgar-Actuar,
tan usual en América Latina.
Os
voy a compartir lo que he ido viendo, sintiendo y aprendiendo en este tiempo,
tan rico. Como Sínodo quiere decir “camino que se hace juntos”, como pueblo de
Dios (no sólo los obispos), se ha intentado implicar a todas las fuerzas vivas
de los países amazónicos, para su preparación. Esto en sí no es una novedad,
pues los sínodos han sido habituales en la Iglesia, desde los primeros siglos.

Pero
ha venido un deshielo con Francisco y el soplo del Espíritu que lo anima, y se
ha desempolvado el Concilio Vaticano II y las Conferencias Latinoamericanas de
Medellín, Puebla y Aparecida y su opción reiterada por los pobres. Toda esta preparación está desembocando en el
Sínodo Panamazónico, que empieza el domingo, 6 de octubre. De nuestra parroquia
y de los grupos misioneros de Cochabamba ha sido elegida como experta una
mujer, madre de familia, que representa a los laicos y a las mujeres.
Sabéis
lo vital que es la Amazonía, para la Iglesia y el mundo: Supone para el Planeta
una de las mayores reservas de biodiversidad, entre el 40 y 50%, agua dulce; posee más de un tercio de
los bosques primarios del planeta. Son más de siete millones y medio de Kms
cuadrados., con 9 países que los comparten, entre ellos Bolivia. El agua de
los ríos Amazonas y Orinoco y su
infinidad de afluentes, es el elemento articulador de este gran sistema de
bosques, animales, plantas, insectos etc., vitales para el planeta. En la
Amazonía viven actualmente alrededor de 3 millones de indígenas, representados
por alrededor de 390 pueblos y nacionalidades distintos, que han vivido desde
tiempos inmemoriales –antes de la conquista de América, por supuesto- siendo ésta
su tierra y su patria. (Hay, además, entre 110 y 130 pueblos en aislamiento
libre y voluntario, sin contacto con los
demás)
La
presencia del cristianismo y la evangelización de estos pueblos data del tiempo
en que los españoles llegaron a estas tierras. (No me detengo ahora en la
ambigüedad que se fue dando en la evangelización, por el maridaje de los
conquistadores con los evangelizadores, tema que se ha tratado y sigue
profundizándose de la mano de buenos investigadores y pastoralistas). El hecho
es que el Evangelio se dio a conocer hace ya 5 siglos en estas tierras.
Otro
hecho es que hoy, la riqueza de las selvas y los ríos, el hábitat de estos
pueblos, vital incluso para el planeta-tierra, está siendo amenazada, saqueada
y destruída por la acción de grandes intereses económicos que se han ido
instalando en distintos puntos de este territorio: explotaciones petroleras, de
gas, madereras, mineras, sobre todo de metales preciosos, que han creado toda una
serie de degradaciones medio-ambientales, vertidos petroleros y de mercurio,
quemas y talas de selvas milenarias, para ocupar espacios que luego dedican a la
agroindustria y a intereses macro-económicos, (incluyento la producción de
droga y su tráfico). Se han ido extendiendo verdaderas mafias, que se han
apropiado del hábitat de estos pueblos, hasta de ellos mismos, poniendo en
peligro su supervivencia, que han dependido siempre de su agua, su vegetación y
sus animales. Y se ha puesto en peligro la vida del planeta tierra, que depende
de la biodiversidad de la Amazonía, pues lo que prima para estas mafias es el
dinero, la ganancia, pronta y fácil y, si para ello tienen que sacrificar a los
seres humanos, lo hacen (lo están haciendo).
Lo
anterior ha provocado una emigración forzada de muchos miembros de las
comunidades indígenas de la selva, empujados hacia la periferia de grandes
centros urbanos, que avanzan sin control urbanístico y donde se encuentran en
medios hostiles, con grandes desigualdades sociales, al interior de las cuales
ellos son los parias, lejos de sus culturas, sus costumbres, sus ritos, etc.
Allí viven subordinados a mafias, que tienden redes, para hacerlos rentables a
ellos también, una vez fuera de su
hábitat, como pájaros caídos del nido.
Esto
es lo que ha provocado el Sínodo: La Iglesia, con el Papa en medio de ella,
como animador de sus agentes, siguiendo la línea de las Conferencias
episcopales de Medellín y Puebla y Aparecida, quiere “vivir con estos pueblos
sus procesos de liberación y organización” y está de lado de los indígenas y las comunidades amazónicas,
apoyando sus organizaciones y sus luchas, por la defensa de sus vidas y sus
culturas, porque, además, “Su
cosmovisión, su sabiduría, tienen mucho que enseñarnos a quienes no
pertenecemos a su cultura y todos los esfuerzos que hagamos para mejorar la
vida de los pueblos amazónicos serán siempre pocos” (Papa Francisco en Puerto
Maldonado –Perú- 1917).
Una
realidad que se evidencia en todos los documentos preparatorios del Sínodo es
que la fe cristiana está arraigada en estas etnias y en muchas de sus personas.
Ellos, de un natural religioso ancestral, fueron encontrando a Jesús y su
Evangelio y son miembros de la Iglesia, por la obra de los misioneros/as, que
con el paso de años y decenios de presencia, de consagración y entrega, han
logrado comunidades cristianas organizadas, con agentes de la Palabra, catequistas,
laicos/as, discípulos y misioneros, religiosas/os.
El
Papa Francisco, escuchando a estas iglesias y a sus agentes, en anteriores
visitas, ha palpado la realidad en la que se hallan: por un lado, esa
depredación y ese saqueo, con los que les quitan su hábitat y hasta su alma y,
por otro, el reto de continuar y potenciar la vida cristiana de estas
comunidades vivas.
Ante la evidencia de la falta de misioneros /as,
que fueron el motor en la primera evangelización, así como la carencia de
medios humanos y materiales, para abordar el presente y el futuro de estas comunidades
cristianas, la Iglesia tiene que escuchar iniciativas que van surgiendo del
caminar de estos pueblos y tomar decisiones que respeten su presente y la abran
al futuro. Se aplaude todo el trabajo que como Pueblo de Dios han ido haciendo y
se quiere respaldarlas en los retos que tienen planteados, tanto al interior de
la Iglesia, como desde exterior.
Por
su confrontación profética con los poderosos
y sus mafias, estas comunidades cuentan con numerosos mártires.
Se constata la misma falta de sacerdotes que
en todas partes, con el agravante de la extensión de estos territorios, las
distancias, las vías de comunicación tan difíciles, para poder desplazarse los
pocos que hay, a celebrar la Eucaristía y acompañar al pueblo de Dios, haciendo
presente a Jesús con la celebración de los sacramentos.
Hay
muchas propuestas, bien fundadas y partiendo de la realidad que os cuento, para
que puedan ser ordenados hombres casados, de los más comprometidos en toda esta
trayectoria viva de comunidades cristianas. Es algo que llevan en sus carpetas
y en sus corazones los obispos y todos/as los participantes en el Sínodo, como
algo muy hablado, muy pensado y muy requerido por este Pueblo de Dios en crisis.
Aquí
todos/as los que hemos participado en los grupos de preparación, hemos pedido
que prime el talante evangélico, antes que el derecho canónico y que se pueda
vivir con normalidad lo que en otras partes de la Iglesia católica se vive
inmemorialmente: la existencia de sacerdotes casados. Es un clamor que sale de
muchos corazones.
En
los análisis realizados, resaltamos la consagración y la entrega ejemplares de
miles de mujeres, religiosas y laicas,
que sentaron las bases de una evangelización en estas tierras, no tanto por lo
que hayan hecho, sino por lo que han sido, hasta dejarse la piel en lo
pastoral, la educación, lo social, la salud etc. Se pide al Sínodo que reconozca
el papel y el ministerio de las mujeres, al mismo nivel que el de los varones,
pues la experiencia demuestra que no han estado atrás en dedicación y
compromiso
No
añado mucho más, para no cansaros. Os pido que estéis atentos a su
desenvolvimiento y que recéis, para que la Iglesia responda a los retos a los
que el Espíritu de Dios nos lleva.
Os
recuerda y os abraza
José
Luis Muñoz