El misionero no es un francotirador, no actúa solo ni por su cuenta. El
misionero, como su mismo nombre dice, es un “enviado”. Como Jesús fue enviado
por el Padre, y así lo proclama repetidas veces él mismo, sobre todo en el
evangelio de San Juan, ahora el misionero es enviado por la Iglesia, cuerpo de
Cristo: “Como el Padre me ha enviado, así os envío yo” (Jn 20,21).
En consecuencia, tendremos que decir que todos somos misioneros: todos
los cristianos, discípulos de Jesús, recibimos el encargo de continuar su
Misión, la que a Él le encomendó el Padre: Anunciar el Evangelio a los pobres,
liberar a los oprimidos, construir el Reino de Dios. Misión que muchos de
nosotros ya realizamos siendo corresponsables de las tareas pastorales y
evangelizadoras de la Iglesia en nuestro entorno.
Nos falta una última precisión. No hace mucho escuchábamos también:
“Seréis mis testigos hasta los confines del mundo” (Hechos 1,8). Por eso la
Iglesia envía a algunos de sus miembros como “misioneros ad gentes”. Y con
ellos vamos todos. Eso supone ser misionero: Sentirse enviado por su
Iglesia, y sentir que no va solo, sino que su Iglesia, sus hermanos, están con
él.
El Día del Misionero Diocesano es una forma de hacer realidad esta
corresponsabilidad misionera ad gentes, y de que nuestros 70 misioneros
repartidos por todo el mundo, se sientan enviados y acompañados, apoyados por
nuestra oración y respaldados por nuestra colaboración con ellos.
Lo sienten los misioneros a quienes hemos ayudado a construir una
capilla, a comparar Biblias, a reparar los edificios donde realizan sus
actividades pastorales. Lo sienten los misioneros a quienes hemos ayudado a
reconstruir una cancha polideportiva para su colegio, a construir aulas para un
colegio nuevo, a quienes hemos apoyado en su labor sanitaria en hospitales o
dispensarios: Camerún, Benin, Malí, Bolivia, Ecuador, Rep. Dominicana, y muchos
más… son los países donde ellos están compartiendo su vida con los hermanos, y
donde también nosotros estamos con ellos realizando y respaldando su labor.
De todos nosotros, depende que continúe adelante esa Misión que el
Señor a todos nos encomendó.