03/10/2017

UN RECLAMO "PARA MI".

Pedro Jaramillo Rivas. Sacerdote Diocesano en Guatemala. 

Muy atinado el lema del DOMUND de este año: “Sé valiente…, la Misión te espera”. Se trata, sin embargo, de una consecuencia de algo mucho más previo que podría decirse más o menos así: “entiéndelo de una vez…, tú eres Misión”. Por eso, el reclamo es “para ti”.
Al Papa Francisco le bastó una palabra para desencadenar un nuevo pensamiento “misionero” personal y pastoral…, y ¿qué digo?,  también antropológico y social. La utilizó ya en las reuniones previas al Cónclave (algunos hasta dicen que fue la “clave” de su elección) y, a estas alturas, nos la hemos aprendido todos: la AUTO-REFERENCIALIDAD, el “encorvamiento” sobre uno mismo –persona o institución-  (yo, mi, me, conmigo, para mí) que causa sordera y ceguera verticales y horizontales: en su nivel más real la auto-referencialidad verticalmente es atea (yo mismo soy mi dios) y horizontalmente es insolidaria (yo soy yo y mis intereses)… Pero, es la moda, lo que se lleva. No nos hemos dado ni cuenta, pero por ahí nos andamos. Pasa, en efecto, con la cultura como pasa con el aire: que nos percatamos de su existencia sólo cuando llega a faltarnos.
El lema propone un reto personal: “sé  valiente”. ¿Para qué? Ante todo, para ser tú mismo, pero para serlo de otra manera (“otro mundo es posible” y “otra vida es posible”). Sin comerlo ni beberlo, la “economía que mata”, y que lo hace, además, “como si nada”, ha logrado que también nosotros vivamos “como si nada pasara”: “se ha desarrollado una globalización de la indiferencia… Nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás, ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe. La cultura del bienestar nos anestesia” (EG, 54). Anestesiados, porque ya estamos dentro o anestesiados, porque es en lo único que soñamos. Hemos llegado a pensar que esa cultura del bienestar es nuestra única esperanza (¿quién o qué nos espera?).
La valentía para dar la vida en la Misión, tiene, pues, un previo antropológico: decidirse a ser hombres o mujeres en misión. Siempre me impresionó una afirmación lapidaria de Juan Pablo II: “todos somos responsables de todos” (SRS, 38). Y podríamos añadir: “y en todo”. Crecer en esa capacidad de “respuesta” es hacer la vida “responsable”, y de una manera tan ancha que abarque a todos y en todo. Pero, cercados por la cultura del bienestar, nuestra espera se ha centrado en consumir. El consumo satisfecho o simplemente apetecido se nos convierte en la meta, hasta llegar a hacer verdad el refrán del “tanto tienes, tanto vales”. La valentía primera es salirse de esa lógica. Poco a poco, pero salirse… Y poco a poco también, van naciendo el hombre y la mujer solidarios que se sienten remitidos a los otros, llegando a percibir su vida como misión solidaria. La crisis de voluntariado estaría señalando que se nos hace difícil entender la vida como “misión”, como un salir hacia afuera de nosotros para poder realmente encontrarnos. Y estaría también en la raíz de no llegar nunca a entender la propia vida no sólo como “misión”, sino también  como “Misión”.
La minúscula y mayúscula de la “misión” y “Misión” no es un simple juego gráfico. Intenta reclamar valentía (“sé valiente”) en un nivel más hondo del darse: hay una “Misión de Dios” que se hizo “encarnación”. “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,14); fue toda una “salida” que lo hizo un Dios com-pasivo y cercano: “Jesús es el rostro de la misericordia del Padre” (MV, 10). Se trata, pues, de poner nuestra pasión humana de darnos (que nos saca de vivir como simples funcionarios de la entrega) en la clave de dar cuerpo a la continua “misión de Dios” que necesita ser encarnada, hoy, en tu vida, en la mía, en la de tantas y tantos que dieron un “SÍ” sin reservas. Supuesta la atracción de Dios, se precisa “valentía” para creerlo: “ten ánimo, sé valiente y espera en el Señor” (Sal, 27,14): en la “Misión” es el mismo Señor quien te espera, para hacer entre los dos un trabajo en equipo.
¡Qué bien lo expresa el Papa Francisco: “Si no sentimos el intenso deseo de comunicarlo, necesitamos detenernos en oración para pedirle a Él que vuelva a cautivarnos (…)”! (EG, 264). En la Misión te espera Jesús, para que camines con él, hables con él, respires con él, trabajes con él (cfr. EG 266). Y pone en tu corazón y en tus labios “el Evangelio que ‘responde a las necesidades más profundas’ de las personas”!  (EG, 265).  Da por seguro que cuando expreses adecuadamente y con belleza el contenido esencial del Evangelio ese mensaje hablará a las búsquedas más hondas de los corazones (cfr. EG, 265), lo mismo que ha hablado a las tuyas, para “ser valiente” y sentirte no digo sólo “esperado”, también “exigido” por la Misión. Recuerda que “el Espíritu que Dios te ha dado no es un espíritu de cobardía, sino de fortaleza y de amor” (2Tim 1,7).
Desde Guatemala, un enorme abrazo para todos los lectores de SUR y SAL , en el Domund de 2017.
                                               Pedro Jaramillo Rivas