Antonio Delgado. Sacerdote Congregación Identes. En Boliva
En
la misión de Bolivia llevo 34 años, trabajando con ciento de niños y jóvenes;
todos en situación de vulnerabilidad y riesgo social. Y 10 años después de
estar allí, cada uno de ellos tenía un propósito, un plan de vida y una meta.
Eso fue la experiencia de la Ciudad del Niño Jesús en La Paz, Bolivia; un
semillero de esperanza.
Tuvimos
la oportunidad de acompañar y promover el crecimiento espiritual y personal de
muchachos que habían tenido que vivir situaciones familiares muy complejas:
unos huérfanos; otros abandonados; algunos vieron morir a sus padres o a éstos
asesinar a alguna persona; casi todos maltratados severamente por su entorno. Y
lo hicimos desde una perspectiva profundamente humana y caritativa, con la
certeza de que en cada uno de ellos estaba Cristo y representaba una
oportunidad de componer desde la misericordia el más que hay en cada uno de
nosotros. Abrigo, cobijo, comida, salud y una educación integral fueron
convirtiendo a cada uno de esos muchachos en un ejemplo claro de que es posible
sacar de cada ser humano, independientemente de sus orígenes, lo mejor de sí.
Años
después, los hemos visto convertidos en enfermeros, veterinarios, agrónomos,
cerrajeros, carpinteros, panaderos, obreros simples. Algunos emigraron en busca
de oportunidades de trabajo y echaron raíces en nuevos contextos. Muchos de ellos formaron familias en las que
la Fe se refuerza a base de la experiencia propia. Casi todos mantienen
vínculos de amistad y hermandad que expresan en cada situación difícil que la
vida les ha puesto por delante. El trabajo y esfuerzo de cada uno de ellos los
hace hoy ciudadanos de bien y los impulsa a salir adelante.
Como
en ellos, la Vida misionera alcanza una dimensión espiritual que alienta a
seguir trabajando en este mundo sin olvidar –y más que eso, alentados- por las
cosas del Cielo. Cada uno de nosotros puede y debe poner un granito de arena para ir haciendo el
mundo más justo para todos. Esos años de trabajo con esos jóvenes, y el que he
venido haciendo después con otros grupos desfavorecidos, han representado la
certeza de que si soñamos, la distancia entre el Cielo y la tierra se hace, al
caminar, más cercana.