Glafira Jimenez Paris. Hijas de la Virgen para la Congregación Cristiana en Perú.
Desde el año pasado estoy
compartiendo la vida en la llamada ciudad de Chachapoyas, aunque su nombre es
algo más ilustre: San Juan de
la Frontera de los Chachapoyas, fundada el 5 de setiembre de 1583. Es la
capital del departamento de Amazonas, en la cuenca del río Utcubamba, a 2,335 metros
sobre el nivel del mar y con una población de 30,000 habitantes,
aproximadamente. La actividad económica principal es el comercio y el turismo,
promocionado en los últimos años. Acá otra “vista” a la ciudad desde lo que
llamamos “asentamientos humanos”.
La afluencia de inmigrantes y la escasa diversidad
económica no permite responder a las necesidades básicas de todos sus
habitantes; cada día aparecen nuevos asentamientos humanos con escasos recursos
económicos y en algunos lugares la pobreza sigue siendo extrema, donde la
situación de los niños/as es especialmente preocupante. Otro de los desafíos en
la actualidad es la situación de la juventud, especialmente precaria en muchos
sentidos; aunque hay más posibilidades de estudio, sobre todo desde la creación
de la Universidad Pública, sin embargo,
las condiciones son muy deficientes, los jóvenes se encuentran solos en una
ciudad, sin recursos ni orientación y a merced de las redes de corrupción (corrupción
y explotación sexual) con un alto índice de abortos y suicidios juveniles. Como
ves, los desafíos son muchos y complejos.
Mi congregación, Hijas de
la Virgen para la Formación Cristiana, ha cumplido 28 años de presencia. Desde
sus inicios, la comunidad ha participado activa y generosamente en los distintos
apostolados
-
De la Parroquia y la Diócesis: participación en la coordinación de las
diferentes comisiones diocesanas (Formación de catequistas, Pastoral Social,
Pastoral de Salud), Catequesis (jóvenes, adultos),
-
De la misión propia de la Congregación: Dispensario
“Antonio Hornedo y Correa” (atención con medicamentos y pagos de servicios a
las personas indigentes y de bajos recursos económicos que viven en Chachapoyas
y también de los que vienen de otros pueblos de la Diócesis, enviados por
Párrocos y Religiosas a favor de los enfermos/as más necesitados) y Apadrinamiento
a familias con bajos recursos (con financiamiento de amigos/as de nuestras
diferentes comunidades en España), así como el sostenimiento del Comedor
Parroquia “San Martín de Porres” (con la comida diaria para un aproximado de
120 niños/as de primaria y secundaria en riesgo de mala alimentación).
En la actualidad, en la comunidad
somos dos: Katy y yo. Mi servicio durante el año pasado, aprovechando mi
recorrido en formación a agentes pastorales en Lima, se ha centrado en la
participación en las distintas comisiones diocesanas. Estamos organizando,
con mucha ilusión, una Escuela Diocesana
para Catequistas. La formación es un pedido recurrente en ellos/as, sobre todo
los que viven en las comunidades alejadas y no tienen posibilidades de
formación. Dadas las necesidades de la Diócesis, distintos grupos y sobre todo,
religiosas, trabajan en la promoción de una vida más digna (Pastoral Social),
muchas veces de manera no articulada. En la última asamblea diocesana acordamos
fortalecer esta dimensión de la evangelización y colaboraré en ello. Para
empezar, ya comparto un espacio radial de los miércoles sobre “Doctrina Social
de la Iglesia” en la radio de la Diócesis: Radio Horizonte. Además, la ciudad
cuenta con un pre-seminario donde jóvenes con vocación para el sacerdocio
ministerial se preparan durante un año para ingresar en el Seminario que se
encuentra en Jaén. Apoyo con clases de Introducción a la Biblia.
Respecto a los
apostolados propios de la congregación, sigo adentrándome en el acompañamiento
en los Apadrinamientos que comencé el año pasado, ahora más consciente de
situaciones y realidades, y con el seguimiento a la asistencia a los niños/as que vienen diariamente al
comedor, también más cercana a sus realidades y relacionando rostros con
nombres. Este será mi segundo año.
Como imaginarás, recién
llegada en febrero del 2017, el año pasado ha pasado como “un soplo”. He
centrado mi trabajo, fundamentalmente, en ver y escuchar. Adentrarme en esta
realidad tan desafiante y ver de qué manera podía contribuir al camino que ya
se está recorriendo para hacer realidad el deseo de Jesús: “vida en abundancia
para todos/as”. Además, la ciudad cuenta con presencia de instituciones
sociales del Estado: Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza y la
Defensoría del Pueblo que realizan una excelente labor en el diagnóstico y
prevención de situaciones precarias y acompañamiento en los conflictos. Estoy
pensando en un trabajo de voluntariado para ir adentrándome en la realidad de
la zona. Ya les iré contando.
Aprovechando las
tecnologías, sigo “conectada” con el trabajo del Instituto Bartolomé de las
Casas, sede de mi trabajo durante trece años; sobre todo en los encuentros
formativos a nivel nacional en los meses de julio-agosto y febrero. Este
compromiso me supone coordinaciones en el año vía internet y viajes a Lima en
esos meses para los encuentros, que son a nivel nacional. Aprovecho para animar
la participación de los agentes pastorales de la diócesis (la distancia es
larga y el costo alto).
Pues, más o menos, estos
serán “mis afanes”, entre otras cositas de aquí y allá, propias de espacios de
formación y encuentro de la Vida Religiosa en la Diócesis, rica, comprometida y
“muy bien avenida”. Recién estamos iniciando el año. Ya les iré haciendo
partícipes de cómo se van “encarnando” los proyectos y propósitos.
Gracias, como siempre,
por el acompañamiento en la distancia. Aunque estemos silenciosos, a veces, no
es olvido sino mala organización y dejar pasar el tiempo. Un abrazo desde la
lluviosa – en esta época – Chachapoyas.