P. José Muñoz. República Dominicana.
DE LO MALO BUSCAR SIEMPRE LO MEJOR
Hace
algunos años contemplábamos noticias que nos hablaban de una epidemia de ébola
en el Congo y en países limítrofes y con un suspiro de resignación decíamos:
son cosas de África. Los que hemos vivido por aquellas zonas estamos
familiarizados con esa situación y nos hacemos cargo, pero al mismo tiempo es
un alivio porque sucede muy lejos. Como en España están tranquilos cuando se informa
de las crisis de malaria, dengue o chikungunya que puede haber por estas
latitudes caribeñas. Pueden decir: cosas de América, que pena, pero sucede muy
lejos de ellos.
Hace
apenas un año escuchábamos hablar de otra epidemia en China, una especie de
virus, y más de uno habrá dicho: cosas de Asia, a lo mejor no están tan avanzados
como nos hacen pensar, a pesar de tanta industrialización. Y pensarían que
también estaba muy lejos.
Pero al
cabo de unos meses, eso que estaba tan lejos se ha hospedado en nuestra casa,
es la primera vez que un virus ha roto las fronteras de verdad, no hay
discriminación por su parte y se ha enseñoreado de nuestras vidas. En cada
rincón del mundo compartimos por primera vez algo que no deseamos, y que nos
muestra la fragilidad de nuestra vida. Es verdad que ciertos países tienen más
recursos, pero curiosamente las cifras de contagiados y fallecidos parece que
son mayores en lo que llamamos primer mundo.
Por eso
es bueno encarar esta pandemia desde la humildad, teniendo en cuenta que el
mejor recurso en estos casos son las personas que nos rodean y nosotros mismos.
Desde el
momento que las autoridades nos fueron dando recomendaciones, nos pusimos a la
faena. La Conferencia episcopal, en base a las normas dadas por el gobierno,
nos dio las recomendaciones pertinentes, que pasaban por cerrar el templo y las
capillas y cerrar cualquier actividad pastoral que implicara reuniones,
pidiendo a la gente que se quedara en casa.
Lo
primero que hicimos fue buscar aplicaciones para transmitir la eucaristía, y a
través de las redes de la parroquia fuimos informando la forma de conectar cada día. Desde finales de Marzo
hasta Junio cada tarde nos reuníamos virtualmente para celebrar la eucaristía.
Lo más extraño fue el periodo de Semana Santa. Celebraciones tan vividas y
sentidas no son lo mismo a través de una pantalla.
Mientras,
nuestro obispo, nos enviaba comunicaciones periódicas para recoger alimentos y
otros materiales para repartir entre los más necesitados. Ya habíamos iniciado
el reparto de recursos propios con la ayuda del comité de pastoral social. Con esta
ayuda suplementaria llegamos a algunos más de lo que lo hacemos habitualmente.
Es la única actividad que nunca hemos
dejado de hacer cada mes, eso sí con las medidas de rigor, mascarilla y
mínimo contacto.
La misma
situación estaba viviendo el P. Tomás con la Fundación, distribuyendo alimentos
y otros recursos a las familias de los niños que atienden habitualmente, y a
algunos más. Incluso, cuando la cantidad era mayor compartían con los que
atendemos en la parroquia.
En la
casa nos organizamos para que las personas que nos ayudan con la cocina y la
limpieza se quedaran en su casa y asumimos las tareas entre los miembros de la
comunidad, cocinar, lavar, limpiar.
Con el
paso de los días fuimos añadiendo algunas actividades. Grabación de un video
sobre un cuento original, relacionado con la eucaristía de cada domingo, bajado
al YouTube de la parroquia. En cada ocasión una persona o una familia distinta
lo graba. Y otras actividades relacionadas con la formación, siempre a través
de las redes y con una moderada respuesta por parte de la feligresía.
El
dispensario médico parroquial ha estado siempre abierto, aunque al principio
apenas venía gente, hoy está siempre lleno.
En el mes
de julio nos animamos con los más pequeños de la catequesis, y los convocamos para
realizar un campamento virtual, con la ayuda de algunos jóvenes nos embarcamos
en la tarea y con más o menos acierto conseguimos buenos resultados.
Una vez
que el gobierno comenzó a abrir las restricciones, iniciamos la celebración de
la eucaristía en el templo y en una capilla, con las distancias exigidas, la
mascarilla y la acogida con los dispensadores de hidroalcohol y otras medidas.
Cuando los resultados fueron más negativos, y comenzaron a aumentar las cifras
de contagios y fallecidos, pusieron toque de queda a horas tempranas y tuvimos que hacer algunos
cambios, renunciar a la celebración de los sábados. En este momento ya hemos
vuelto a recuperar esta celebración.
Tengo que
reconocer que esta pandemia nos ha obligado a fortalecer la creatividad en
algunos aspectos, sobre todo en el uso de las redes, en ese sentido mis dos
compañeros me superan, tanto Santi como Tomás tienen mejor dominio que yo y en
la actualidad muchas de las actividades pastorales y sociales las llevan sin
problema a través de las videoconferencias: reuniones con otras organizaciones,
formación con los más pequeños del Corito, clase de canto, pastoral familiar y
catequesis. Yo sigo un poco reticente, porque hace 11 años que no uso el móvil,
sí que uso el portátil, pero el celular lo mantengo en el exilio.
Por otra
parte, desde que inició la pandemia he cambiado algunos hábitos. Antes apenas
si hablaba con la familia, en Navidad, en cumpleaños o en acontecimientos
especiales, ahora gracias a las videoconferencias diversas nos vemos y
escuchamos todas las semanas. Al principio varios días a la semana, ahora nos
vemos cada domingo armonizando los cambios horarios, y eso positivo y
agradable.
No todo
es malo en este tiempo, a una petición presentada hace tiempo, nos respondió en
el mes de Julio la embajada de Alemania, diciendo que nos aprobaba un proyecto
para paneles solares en la parroquia, con la condición de realizarlo antes de
fin de año. Al día de hoy solo nos queda que la compañía eléctrica nos ponga un
contador bidireccional y ya contaremos con energía saludable y renovable.
Seguimos
alternando entre las actividades presenciales, eucaristía, pequeñas reuniones,
distribución de ayudas sociales, y actividades virtuales, mientras seguimos con
paciencia la evolución de la pandemia, felicitándonos porque de momento ninguno
de los tres nos hemos contagiado.
En el
transcurso de los días han sucedido algunas situaciones anecdóticas. Al inicio,
el vigilante de la parroquia, por pocos minutos fue apresado por la policía que
le requisó la moto con la se trasladaba de su casa a la parroquia por
sobrepasar el toque de queda. Le tuve que acompañar días después para recuperar
la moto en el depósito. En estos meses hemos ido alternando con tormentas y
huracanes que se han quedado en sustos y han dejado mucha agua, y algunos
desperfectos en otras regiones del país. Hemos tenido un cambio de alcaldes y
gobierno y un relevo de partidos. Una de las noches tuvimos que ir a la
parroquia después del toque de queda porque nos llamaban diciendo que alguien
quería robar, y tras dos intentos la policía se llevó al trasgresor.
Se han
reducido las entradas que teníamos, pero nunca nos ha faltado nada y las pocas
personas que dependen de los trabajos de la parroquia han recibido el salario
que les corresponde a pesar de no poder hacer su trabajo. Hoy seguimos adelante
y hay que hacerlo con ánimo y responsabilidad, no solo cuenta lo que nos pueda
pasar a cada uno, sino lo que podamos provocar en otros. Hay que ayudar para
que esta pandemia, con o sin vacunas, nos abandone lo más pronto posible.