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13/06/2018

LABOR CON NIÑOS Y JÓVENES EN LA PAZ.


Antonio Delgado. Sacerdote  Congregación Identes. En Boliva


En la misión de Bolivia llevo 34 años, trabajando con ciento de niños y jóvenes; todos en situación de vulnerabilidad y riesgo social. Y 10 años después de estar allí, cada uno de ellos tenía un propósito, un plan de vida y una meta. Eso fue la experiencia de la Ciudad del Niño Jesús en La Paz, Bolivia; un semillero de esperanza.
Tuvimos la oportunidad de acompañar y promover el crecimiento espiritual y personal de muchachos que habían tenido que vivir situaciones familiares muy complejas: unos huérfanos; otros abandonados; algunos vieron morir a sus padres o a éstos asesinar a alguna persona; casi todos maltratados severamente por su entorno. Y lo hicimos desde una perspectiva profundamente humana y caritativa, con la certeza de que en cada uno de ellos estaba Cristo y representaba una oportunidad de componer desde la misericordia el más que hay en cada uno de nosotros. Abrigo, cobijo, comida, salud y una educación integral fueron convirtiendo a cada uno de esos muchachos en un ejemplo claro de que es posible sacar de cada ser humano, independientemente de sus orígenes, lo mejor de sí.
Años después, los hemos visto convertidos en enfermeros, veterinarios, agrónomos, cerrajeros, carpinteros, panaderos, obreros simples. Algunos emigraron en busca de oportunidades de trabajo y echaron raíces en nuevos contextos.  Muchos de ellos formaron familias en las que la Fe se refuerza a base de la experiencia propia. Casi todos mantienen vínculos de amistad y hermandad que expresan en cada situación difícil que la vida les ha puesto por delante. El trabajo y esfuerzo de cada uno de ellos los hace hoy ciudadanos de bien y los impulsa a salir adelante.
Como en ellos, la Vida misionera alcanza una dimensión espiritual que alienta a seguir trabajando en este mundo sin olvidar –y más que eso, alentados- por las cosas del Cielo. Cada uno de nosotros puede y debe  poner un granito de arena para ir haciendo el mundo más justo para todos. Esos años de trabajo con esos jóvenes, y el que he venido haciendo después con otros grupos desfavorecidos, han representado la certeza de que si soñamos, la distancia entre el Cielo y la tierra se hace, al caminar, más cercana.