Damián Diaz. Delegado diocesano de Misiones
El misionero es el hermano universal. Ha dejado la familia de su
sangre, para encontrar hermanos por todo el mundo. En él se cumple de manera
especial lo predicho por Jesús (Mt 19,29).
Nuestra diócesis de Ciudad Real es medianamente misionera: Nuestras
parroquias responden bien a las campañas del Domund y la Infancia Misionera,
hay Grupos de Animación Misionera en varias parroquias, algunos voluntarios
apoyan a nuestros misioneros en verano, y hay una buena participación en
Encuentros, concursos y otras actividades promovidas desde la Delegación de
Misiones.
Pero hay una cosa que ha disminuido sensiblemente: Nuestra conexión con
los misioneros salidos de nuestras comunidades, nuestros Misioneros Diocesanos.
El hecho de que en los últimos años la colecta del Día del Misionero Diocesano
haya disminuido a menos de la mitad, y que sean pocas las parroquias que envían
esa colecta, hace suponer que aunque vivimos el espíritu misionero en aquellos
momentos antes citados (lo cual no es malo, porque la preocupación universal,
que es lo principal, sigue estando presente), sin embargo, al desentendernos de
alguna manera de nuestros misioneros diocesanos, estamos perdiendo una fuerza,
una referencia, un paradigma precioso e impagable para la misma vitalidad de
nuestras comunidades parroquiales.
Económicamente, seguimos teniendo capacidad de responder a las demandas
que nuestros misioneros nos hacen confiando en nuestro apoyo, gracias a la
generosidad de donantes particulares y de las actividades de los grupos de
misiones. Aunque a veces tenemos que dar largas a algunas peticiones, por
desgracia.
Pero es por ellos, los misioneros, y por la vitalidad de nuestras
parroquias, por lo que queremos recordar que aquellos que se han hecho
“hermanos de todos”, siguen siendo “hermanos nuestros”. Son nuestra alegría,
nuestro orgullo, la mejor muestra de nuestra solidaridad, la expresión de la
alegría del Evangelio que nosotros sentimos y de la esperanza que todos tenemos
en un mundo mejor, por el que cada uno según su propia vocación trabajamos y
luchamos.
Cada año podemos ver en nuestras publicaciones diocesanas el listado de
los proyectos pastorales y humanitarios a los que hemos atendido según sus
demandas: Construcción y amueblamiento de aulas en escuelas, apoyo a niños
discapacitados, becas de estudio, necesidades sanitarias...
Nuestros
misioneros han hecho el mayor esfuerzo y sacrificio, que es el de dejar casa,
familia y cultura, para compartir vida y Evangelio con aquellos hermanos. Hacerles
presentes en nuestras celebraciones una vez al año, un domingo cercano al
aniversario del martirio de Vicente Hondarza, misionero diocesano, es
mostrarles nuestro apoyo y recibir de ellos el impulso misionero para nuestra
actividad pastoral.
Un saludo
fraterno.
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